Feria del Norte 2018

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Ponce y Juli exhiben galones de figuras con Ginés Marín en Santander

Los diestros Enrique Ponce y Julián López «El Juli» protagonizaron una gran tarde de toros hoy en la quinta de abono de Santander, donde salieron a hombros junto a joven Ginés Marín, que también firmó una entregada actuación.

El primero, sin remate, se empleó en el caballo. Le dieron de firme y todo en una vara. La sangre tiñó las pezuñas de ambas manos. Ponce buscó el abrigo del viento donde anunciaban calma los papelillos de fumar.

Enseguida rompió la Banda Municipal con «Suspiros de España». ¡Ay, el motor del toro de Garcigrande! Tragaba dos y se paraba. Sin celo. Sin emoción. ¡Ay! Ni Ponce pudo resucitar semejante alma cándida. Aunque algo de fiesta le dio, a media altura.

Al segundo, por contra, no le pegaron apenas en el jaco. Escupió su recortada anatomía hacia chiqueros. Para tornar enseguida a la pelea. Al socaire de su galope, El Juli quitó por zapopinas. Temple mexicano tuvieron los trincherazos y el cambio de mano del prólogo julista. Dos series, ambas con tres naturales y el de pecho de gran sabor, salpimentaron la embestida dócil.

Esa era la mano del toro, con su mansito irse para siempre retornar a la sedosa muleta de Julián. Que volvió a la derecha, donde pulió el ligero cabeceo en la ronda rotunda que catapultó la faena. El epílogo, con circulares rematados y un pectoral al ralentí. El cañonazo de la estocada explosionó en una pañolada que valió la oreja. Y pidieron la segunda.

El de Domingo Hernández que hizo tercero, largo y escurrido de carnes, manseó de salida, buscando el abrigo de los tableros. Lo mismo en varas, saliendo rebotando de la contraquerencia.

Con ambas rodillas en tierra puso de su lado Ginés Marín a la concurrencia. La falta de raza del toro le impedía ir más allá del medio muletazo. Y de mediano no pasó aquello. Comenzaron ambos en el tercio del tendido 2 y a él retornaron tras recorrer todo el ruedo. En la suerte natural viajó el acero, caído. Cuatro Caminos no entró en sutilezas: hubo trofeo.

El cuarto comenzó perdiendo las manos. Tanteo de manos altas para afianzarlo. Pausas entre series. Enseguida llegó el ataque de la muleta siempre puesta, a veces en carrusel, tapando los resquicios de la casta contada. Luego, una mixtura de poncinas y derechazos con pierna flexionada. Los cambios de mano marca de la casa abrochaban las series, con el deslucido salir mirando al tendido del animal.

Mas la grandeza de Ponce lo tapó todo. Al compás de la nobleza del animal. Mientras, la Banda Municipal interpretaba a Morricone.

Se sucedieron tandas diestras cortas y ligadas. Mayestático el ademán, la figura vertical y flexible. Se mantuvo el ritmo ascendente hasta el espadazo, que tardó en matar por lo tendido. No importó. Dos orejas, y Ponce navegando viento en popa hacia El Pilar, con una canción marinera ondeando en los tendidos y gritos de «¡torero, torero!».

Salió dormido el quinto, de amplio esqueleto y pocos pitones. El Juli, espoleado, desde el quite por chicuelinas y los toreros doblones rodilla en tierra. Lo empujó hacia adelante, sorteando el tornillazo final, en dos series densas de naturales muy profundos. Ahí se rindió el Garcigrande.

Juli lo exprimió por ambos pitones. Sin concesiones. Aderezando la perfección de su toreo fundamental con pases de todas las marcas. Esta vez lo pinchó, mas sumó el trofeo que le separaba de la puerta grande.

Traía carbón y derrotes secos en su pitón el derecho el sexto. La mano fuerte de Ginés Marín, la zurda, no abundó en calidades. Tampoco era un dechado de clase su antagonista. Un circular y las ceñidas bernadinas bastaron para encandilar al público. Lo mejor, la estocada. Cuatro Caminos quiso a los tres a hombros. Y lo logró.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco toros de Garcigrande, de escasa y desigual presentación. El primero, muy castigado en varas, sin motor; de gran nobleza el segundo; con duración y más nobleza que casta el buen cuarto; con dócil clase el quinto; de viaje corto el sexto. Y uno, tercero, de Domingo Hernández, manso.

Enrique Ponce, de celeste y oro: estocada caída (silencio); y casi entera tendida (dos orejas tras aviso).

Julián López «El Juli», de burdeos y oro: estocada trasera (oreja); y pinchazo y estocada ligeramente trasera (oreja tras aviso).

Ginés Marín, de gris perla y oro: estocada caída (oreja); y estocada (oreja tras aviso).

La plaza se llenó.

Crónica de Juan Antonio Sandoval para Agencia EFE, foto prensa Ginés Marín

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Perera se inventa la primera Puerta Grande de la feria de Santander

Miguel Ángel Perera abrió hoy la primera Puerta Grande de la feria de Santander, un triunfo que el propio extremeño tuvo que inventarse

El diestro Miguel Ángel Perera abrió hoy la primera Puerta Grande de la feria de Santander, un triunfo que el propio extremeño tuvo que inventarse al cuajar, primero, al mejor toro de la corrida, un remiendo de Fernando Sampedro, y luego acobardar a un «inmueble» del hierro titular de Miranda y Moreno.

Ese remiendo de Fernando Sampedro, que abrió plaza, no era presentable. Por su anovillada expresión. Por sus pitoncitos romos, con escaso macizo.

Galopó en el amplio quite de Perera, quieto como un poste en los medios, por saltilleras y luego lances de frente por detrás. También hubo estatismo total en su clásico inicio muletero con los cambiados por la espalda. Y al final, recordando a Paco Ojeda, con el toro describiendo ochos hasta el infinito alrededor de las femorales.

Fue cosa de mérito, pues el de Sampedro comenzó persiguiendo la tela rebrincando. Nunca entregado, siempre la cara arriba. Hasta que el buen trato recibido, temple y pulso, le hizo entregarse al poderoso concepto del incombustible Perera. La espada trasera, el rememorar a Julio Robles en muletazos post estocada, y la primera oreja.

Mejoró la fachada de la presentación con el segundo, del hierro titular de Miranda y Moreno. Que cambió a peor en banderillas, donde se lució un Iván García que encontró toro en todos los terrenos. Pues tuvo poca fijeza el animal, mirón, y embistiendo con brusquedad. Sin ritmo sostenido. Cayetano porfió con él, honesto, y lo pinchó.

El astigordo tercero (de Fernando Sampedro nuevamente) quería coger las telas por abajo. Pero la fuerza no le sobraba. Se paró muy pronto, incluso desde las cercanías a las que se vio obligado Álvaro Lorenzo, que llegó a apabullarlo metido entre los pitones.

La segunda mitad de la corrida ya fue toda del hierro que figuraba en los carteles. Aunque el cuarto bien pudiera haber lucido el de Guisando. Por lo parado. Por lo pétreo. Sólo se disparó la emoción verdadera en el tercio de varas. Francisco Doblado se agarró extraordinariamente, en el límite del derribo. Cuatro Caminos supo valorarlo y le ovacionó largamente.

Luego, Perera avasalló al animal pasándose los pitones por el bordado de la taleguilla. Una y otra vez. Copiosamente. Hasta que enterró el acero una chispa desprendido, a pesar de que nada le ayudó. Era la oreja que valió la puerta grande, tras calibrar el palco un petición que rozaba la mitad más uno, por exceso o por defecto.

El colorado quinto defendía su trapío con su tercio anterior, alto y con las negras puntas de los pitones apuntando al cielo. Intermitentes fueron sus dóciles y nobles embestidas. Sin ligazón el quehacer de Cayetano, con algún muletazo con cierta apostura. Que bastó, unida al espadazo, para una petición que esta vez sí quedó lejos del premio.

Se lesionó la mano izquierda el sexto. Su buena condición le mantuvo acometiendo, pero condicionado por su problema motriz. Álvaro Lorenzo lo pasó con pulcritud por ambos pitones. Como para no desentonar con lo hecho por sus compañeros de terna terminó recurriendo al arrimón. A meterse en el terreno del toro. A los circulares.

FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro toros de Miranda y Moreno, de correcta presentación: Brusco y sin ritmo el segundo; muy parado el cuarto; intermitente el dócil quinto; el sexto se lesionó la mano izquierda, lo que limitó su buena condición. Y dos de Fernando Sampedro, mal presentados: Con duración, el noble primero, y parado el tercero.

Miguel Ángel Perera, de caldero y oro: estocada trasera (oreja tras aviso); y estocada desprendida (oreja).

Cayetano, de tabaco y oro: dos pinchazos y estocada desprendida (silencio); y estocada desprendida y descabello (ovación tras petición).

Álvaro Lorenzo, de tabaco y oro: tres pinchazos y estocada desprendida (silencio tras aviso); y pinchazo y estocada trasera (ovación tras aviso).

En cuadrillas, saludaron tras banderillear al primero Javier Ambel y Guillermo Barbero.

La plaza rozó el lleno.

CRÓNICA AGENCIA EFE, FOTO PRENSA MIGUEL ÁNGEL PERERA

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Javier Cortés pierde con la espada la Puerta Grande en Santander

El diestro Javier Cortés cortó la única oreja de la tercera de abono de la feria de Santander, una corrida de La Quinta con la que Román dio una vuelta al ruedo y Fortes, con un lote imposible, hizo el esfuerzo, aunque, al final, lo que casi consiguió es que le echaran un toro al corral.

Cárdeno se encapotó el cielo de Santander y cárdenos, en distintas tonalidades, fueron los santacolomeños toros de La Quinta. La mal llamada «corrida dura» del serial.

Todo lo quería por abajo el primero. Gran humillador, pero reponiendo terreno en el saludo capotero de Javier Cortés. Rompió la faena en la personal serie zurda con diversos registros estéticos: a pies juntos y mirando al tendido el primer natural y despatarrado el resto, hundido el cuerpo en la arena, barriéndola con los flecos de la muleta.

Quedarán en el tesoro de la memoria de la Feria los surcos de aquellos naturales tan profundos, tan entregados.

Después de lo barroco volvió a la serenidad de las formas verticales. Mayestático, mimó con la diestra una embestida cuyo principal defecto era la salida del muletazo, algo distraída. Estocada perdiendo la muleta y primera oreja de la tarde.

El segundo fue una «prenda». Ni uno tenía. Cruzado en los capotes, puso a la infantería en apuros. Fortes trató de imantar su alocada acometida en los doblones iniciales. Lo que siguió fueron embestidas al paso con el pecho del torero en el punto de mira. Abrevió con buen criterio.

La fiera, cual Moby Dick, se tragó dos estocadas más dos pinchazos. Ni la boca abrió. Con el tercer aviso a punto de sonar acertó Fortes con el estoque de cruceta.

En las antípodas se movió el tercero. Obediente a los toques, noble, sin aspereza alguna. Le faltaron finales, varios puntos de entrega en su ánimo colaborador. De ahí que el toreo de Román quedara en un pulcro esbozo, en un boceto rubricado con medio espadazo arriba que fue suficiente.

La finura de hechuras de la primera mitad del encierro la quebró el cuarto, más basto en la envoltura de sus 542 kilos. Derribó en varas. Por el izquierdo se acostó mucho. Fue por tanto a derechas el trasteo de Javier Cortés, todo muy ligado y profundo. En carrusel en ocasiones.

La puerta grande que parecía ganada se diluyó en cuanto el toro comenzó a hacerle hilo. A gazapear. Todo se descompuso. No le dejó colocarse para matar y lo pinchó tres veces.

La armonía de hechuras del quinto, rectilíneo el lomo, generoso el cuello, cerrando la cara los engatillados pitones, fue ovacionada. Se salió con él hasta la boca de riego Fortes, templando a la verónica. Empujó con la cara abajo en el peto. Un espejismo. Nunca se fue más allá de los vuelos de la muleta del malagueño, pegajoso en su sosería, además. Sin ritmo.

El sexto comenzó embistiendo acorde a su gran altura de agujas: las manos por delante y la cara en la esclavina del capote. Luego, aunque repetidor, siempre sacó la cara por encima del palillo.

La virtud de Román fue el querer y la ligazón, el engarce, que aquello no parara. Pero se echó en falta temple. Todo se sucedió al ritmo vertiginoso que marcó el toro. Anduvo listo cuando se le arrancó en la suerte suprema. Metió la mano hasta la empuñadura del estoque en el mismísimo hoyo de las agujas. El palco no atendió una petición de oreja en el límite de la mayoría.

FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de La Quinta, ofensivos por delante, de pocas carnes y finas hechuras los tres primeros, con más remate la segunda mitad. De buena clase y repetición, el noble primero; de instintos homicidas, el segundo; noble sin gran entrega, el tercero; de aprovechable pitón derecho, el gazapón cuarto; pegajoso, el soso quinto; sin humillar, el repetidor sexto.

Javier Cortés: estocada perdiendo la muleta (oreja); y dos pinchazos al encuentro, pinchazo, estocada tendida y descabello (ovación).

Fortes: pinchazo, casi entera delantera y perpendicular, nuevo pinchazo, estocada pescuecera y dos descabellos (silencio tras dos avisos); y bajonazo y descabello (silencio).

Román: Media tendida (ovación); y buena estocada al encuentro y descabello (vuelta al ruedo tras petición).

La plaza registró tres cuartos de entrada.

CRÓNICA DE JUAN ANTONIO SANDOVAL PARA AGENCIA EFE == FOTO DE ARCHIVO

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