La época que nos ha tocado vivir, como todas las vividas anteriormente, tiene sus peculiaridades, sus características, unas más razonables que otras, pero tiene una que llama la atención, al menos a mí, poderosamente por resultar paradójica, o si quieren absurda.
Me refiero a que en el mundo más desarrollado, o primer mundo, en general los conocimientos que se tienen, en todos los aspectos, superan ampliamente a los que se tenían en otras épocas. Prácticamente todo el mundo sabe leer y escribir, las comunicaciones se han desarrollado de forma espectacular, y lo que ocurre en cualquier parte a los pocos minutos u horas se conoce en todo el planeta. Sin embargo, y esto es lo paradójico, somos manipulados como «borregos» de forma escandalosa por la demagogia de unos pocos, quienes nos inculcan que debemos odiar la verdad y creer sus mentiras. Llegan a crear una corriente de opinión tal que decir lo contrario resulta una heroicidad. Aquella frase humorística de Groucho Marx, » ¿a quién va Vd. a creer a mí o a sus propios ojos?», increíblemente hoy es una realidad. Vivimos la época de la mentira, conocida y aceptada con agrado por quien teóricamente debería conocer la verdad y la conoce, pero la rechaza, cegado con agrado, por la mentira.
En esta situación resulta explicable que el Toreo, máximo exponente de la verdad pura, sea rechazado y atacado con ardor y tesón inusitados.
Pocas cosas hay en la vida tan de verdad como el Toreo, un arte profundo, intenso, sublime, irrefrenable que anida en el alma de algunos hombres, y les lleva hasta arriesgar su vida con tal de expresar ese sentimiento, donde las heridas son de verdad, la sangre derramada por las cornadas es de verdad, y se muere de verdad. Es el único arte que debe ser validado por el riesgo.
Los antitaurinos y animalistas en general, nos quieren convencer , y a muchos convencen, de que es necesario humanizar a los animales irracionales y deshumanizar a los racionales, es decir a los humanos, de que se debe odiar a los no animalistas, especialmente a los taurinos, llegando incluso, en algunos casos, a proponer «la extinción voluntaria de la raza humana» (movimiento fundado por Les U. Knight en 1991, en norteamérica), para dejarles el planeta a los irracionales. George Orwel, escritor y periodista británico, en la primera mitad del siglo pasado, ya pensaba que, «cuanto más se desvíe una sociedad de la verdad, más odiará a aquellos que la proclaman». Es exactamente lo que está pasando en nuestros días, y no solo con el Toreo.
Podemos afirmar con contundencia, y sin temor a equivocarnos, que el Toreo, como hemos referido anteriormente, es una de las verdades más puras y más consistentes de cuantas practica el ser humano, y que el movimiento animalista es una de las mentiras más grandes de siempre, que juega con mentes fácilmente emocionables para conseguir su fin básico, el enriquecimiento de unos pocos amorales.
Rafael Comino Delgado