Ser de donde se viene
Es lo esencial en la vida: ser de donde se viene cuando de donde se viene es el lugar donde empezó el sueño ya hoy cumplido. La raíz y el tronco al mismo tiempo. En el caso de Miguel Ángel Perera, el lugar, la raíz y el tronco se llaman Villafranca de los Barros. Su Colegio San José, Baltasar Manzano (el primer pererista de la historia, el más leal, quien estuvo antes que nadie), su plaza de toros, tan cerca del colegio, y la Escuela Taurina de Badajoz de la mano de Luis Reina (el primer maestro, el primer consejo, el primer espejo). Hoy Miguel Ángel y Perera volvían al lugar de donde vienen, a Villafranca de los Barros. Aquel giro del destino, aquel feliz cruce de caminos… Y de ahí la plenitud de su expresión, su felicidad, su contento, esa alegría inocultable al mirar alrededor y ver tanto. Y verlo todo. Nunca se olvidó Miguel Ángel de dónde viene, por eso siempre ha sido Perera. Tal cual se empezó a forjar entre las paredes sin muros de aquel pueblo que fue su pueblo. Su raíz y su tronco.
El alumno regresó hoy convertido ya en maestro (no era la primera vez, es cierto, pero sí una de las más especiales) y lo gozó todo. Y se dio todo, por entero, sin dejarse nada dentro. Como de costumbre, pero aún más. Le ayudó el bueno novillo de El Freixo, generoso en su embestida desde la primera. Entregado y noble. Y moviéndose. Y enseñó Perera a Villafranca cuánto ha crecido con el capote, en la cantidad de sus recursos y en la calidad de su vuelo. Desde que nace hasta que se enlaza con el vuelo siguiente. En su poso, en su cadencia, en su compás, en su regusto. Mano de Cepeda… Y, cómo no, quiso el alumno -que nunca ha dejado de serlo frente a sí mismo, por eso no para de buscar y de buscar para aprender y aprender- darle las gracias al maestro Luis Reina enmedio de todo el mundo, a la luz del paso del tiempo, en su día. Gracias en forma de brindis. Discurso y palabras de torero entre toreros. Cosas que para ellos quedan.
Y tras ese brindis, el mejor homenaje posible: el toreo según lo aprendió y lo ha ido forjando. El toreo crecido, corregido y aumentado, madurado, sacado del horno del tiempo. Macerado también. Reposado, pero sin perder ese fuego que ya traía en sus entrañas de juventud. Perera, en Perera. Las rodillas al suelo para declarar que la ambición sigue intacta. Y la muleta a diestras volando más lejos de lo que nunca la llevó nadie. Esos “ochos”, que gusta decir al maestro Emilio Muñoz. Desde alante a tan atrás. Largo, kilométrico el toreo en redondo de Miguel Ángel. Como de cordilleras, por los recovecos que toma en su viaje para llegar un poquito más allá. Al natural luego, dejó vencer el torero su cintura como vence el aire al junco aun sin partirse nunca para gozar también la entrega sincera del ejemplar de El Freixo, la forma en que colocó la cara y humilló buscando la franela tan por abajo. Y volvió a diestras y volvió esa dimensión. Y luego, como desplegando hoy su concepto por entero, la quietud que es toreo con mayúsculas porque nadie vive y torea como Perera en los terrenos donde Perera se va a vivir para torear. Y cómo domina y le puede ahí, en ese sitio de terrenos tan apurados, a la bravura que se vuelve buscando más toreo y más torero.
Hoy que volvía al lugar de donde viene, Miguel Ángel abrió todas las páginas de la enciclopedia de su Tauromaquia para darle la razón a Villafranca de los Barros, a Balta, a sus compañeros de juegos del Colegio San José, al colegio mismo que tanto le sigue queriendo, al maestro Luis Reina y a su Escuela Taurina de Badajoz ahora que ha pasado el tiempo y el alumno se convirtió en maestro. Con la verdad y la generosidad que siempre le fueron propias. Reconocible en todo. En Perera. Y en Miguel Ángel. Que para eso se es de donde se viene…
Plaza de Toros de Villafranca de los Barros. Lleno. Se lidian novillos de Alejandro Talavante, El Freixo, Voltalegre, Juan Pedro Domecq, Luis Terrón y Jandilla
Luis Reina: oreja
Miguel Ángel Perera: dos orejas
José Garrido: ovación
Ginés Marín: dos orejas
Leonardo Hernández: dos orejas y rabo
Eric Olivera: dos orejas
Prensa Miguel Ángel Perera