El primero del joven colmenareño ya fue ovacionado de salida por su imponente presencia. Un «tío» se dice en al argot. Pero ya desde que se hizo presente en el ruedo se vio que iba a ser una prenda, frenándose en los capotes, poniéndose por delante y sin pasar. En el caballo se dejó pegar la primera, pero ya en la segunda «canta la gallina», donde salió suelto y sin fijeza.

Un regalo envenenado para el confirmante Miguel de Pablo, que, tras brindar el cielo, anduvo muy digno con él, muy entregado y sin arrugarse en ningún momento pese a las tremendas complicaciones del toro, que pegó oleadas, con la cara arriba y volviéndose con saña.

El sexto fue un toro que acusó el excesivo castigo de la primera vara, pero así y todo se desplazó con cierta nobleza y poca fiereza en las telas de un Miguel de Pablo que estuvo muy reposado con él, pegándole muletazos de mucho gusto y bella factura dentro de un conjunto con algunas desigualdades, pero que, teniendo en cuenta lo poco toreado que está, fue nuevamente más que digno.

A portagayola se fue Sánchez Vara a recibir al tercero, que realizó una buena pelea en el caballo que montaba Adrián Navarrete, que agarró dos buenas varas, dosificando además el castigo, lo que hizo que el llegara más entero al último tercio.

Y el alcarreño, desigual con los palos, estuvo también discreto en la muleta, en una labor más bullidora que asentada ante un toro de poca raza, pero que se desplazó sin molestar a media altura por el derecho y más descolgado aun sin finales por el otro.

La sensación final fue que debió estar mejor, pues faltó apostar de verdad y darse cuenta que estaba en Madrid. Las protestas que hubo en la vuelta al ruedo que se marcó hablan por sí solas.

El quinto, de tremenda arboladura, apuntó pocas fuerzas de salida, pero también acabó dejándose en el último tercio, sin ser un tampoco un dechado de cualidades. Y Sánchez Vara volvió a repetir el mismo guión: despegado, sin asiento y vendiendo el barato a los tendidos, que, esta vez, no se lo compraron.

El primero de Marc Serrano fue un sobrero de San Martín que no tuvo fuerzas ni fondo para tirar hacia adelante. El típico toro que no aporta, no transmite, no dice nada. Tampoco el francés estuvo muy allá, demasiado precavido a lo largo de un trasteo de largo metraje y de escaso eco.

El cuarto, además de bajar un punto el nivel de la presentación, fue también el más destacado con diferencia, un toro que se paró enseguida y se negó a la pelea. Serrano estuvo nuevamente insistente en otra labor sin contenido alguno.

FICHA DEL FESTEJO

partido resinaCinco «pablorromeros» de Partido de Resina, de imponente trapío, serios, con cuajo y con mucha leña por delante, y de juego desigual. Los más toreables fueron el tercero, de poca raza pero desplazándose a media altura sin molestar, el quinto, que, aunque flojito, también se dejó; y el noble y dormidito sexto. El primero fue un barrabás; y muy descastado el cuarto. El segundo fue un sobrero de San Martín, mas vareado y feote, y descastado.

  • Marc Serrano, de gris perla y oro: dos pinchazo, y casi entera trasera y contraria (silencio tras aviso); metisaca, estocada enhebrada y tres descabellos (silencio tras aviso).
  • Sánchez Vara, de gris plomo y oro: estocada y descabello (vuelta al ruedo protestada tras ligera petición); pinchazo hondo y cinco descabellos (división al saludar tras aviso).
  • Miguel de Pablo, que confirmaba alternativa, de blanco y oro: estocada muy trasera y atravesada a toro arrancado, y seis descabellos (silencio); y pinchazo y otro hondo caído (silencio).

En cuadrillas, Adrián Navarrete destacó picando al tercero.

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del picador colombiano Anderson Murillo, fallecido la pasada madrugada a los 73 años de edad.

La plaza registró algo menos de un cuarto de entrada (7.065 espectadores, según la empresa) en tarde de calor asfixiante.