Estos dos regresos serían una gran noticia, como también lo será que las plazas que aún no han abierto lo hagan
El mundo del toro espera que 2022 sea el año de su recuperación definitiva tras dos duras temporadas marcadas por la pandemia, y para que eso ocurra primero hay que recobrar la normalidad en cuanto a programación y también que dos estandartes como José Tomás o Alejandro Talavante se animen a volver a tirar del carro.
Después de un 2020 casi en blanco, el año pasado comenzaron a verse los primeros brotes verdes, principalmente con la reapertura de dos plazas vitales como son Las Ventas y La Maestranza; también con el regreso de muchas ferias, aunque en formato reducido, y la presencia de prácticamente todos los primeros espadas del escalafón, con gran protagonismo para Morante de la Puebla y Emilio de Justo.
El sevillano y el extremeño fueron los grandes nombres propios de un 2021 en el que el aficionado también pudo disfrutar del poso de Diego Urdiales y Daniel Luque, de la frescura de Ginés Marín, del pellizco de Juan Ortega y Pablo Aguado, el momento de Roca Rey, el oficio de El Juli, Manzanares y Perera, y el futuro de Fernando Adrián y otros jóvenes, muchos de ellos relanzados de la novedosa Copa Chenel.
A pesar de todos estos alicientes y de las muchas faenas para el recuerdo que deja el año que ahora llega a su fin, se ha echado en falta por encima de todo a dos nombres que, ahora más que nunca, se antojan necesarios para revitalizar un sector que se debate entre quienes quieren darlo por muerto y sus defensores.
José Tomás y Alejandro Talavante son, sin duda, los grandes anhelos para que el toreo se recupere. Sin ellos hay un vacío que nadie en la actualidad es capaz de llenar, de ahí que sea más que nunca que ambos decidan dar un paso adelante, cojan de nuevo las riendas y exijan más a los que mandan en la actualidad y también a los que aspiran a hacerlo en un futuro.
De José Tomás el aficionado ya se había acostumbrado a esa planificación tan exclusiva de poquísimas comparecencias por temporada, lo que otorga a cada tarde en la que se viste de luces un halo de gran acontecimiento.
En 2016 cerró la temporada con siete paseíllos; en 2017, 2018 y 2019 solo compareció una vez por año, y ya hace dos que no se sabe nada de un torero que en 2020 se había anunciado dos tardes en Nimes (sur de Francia), que, como todo aquel año, tuvo que suspenderse.
Por eso en 2021 hay esa esperanza de volver a verle cumpliendo aquello que dijo de que «vivir sin torear no es vivir», y junto a él a Talavante, al que muchos veían en sus inicios como el heredero del genio de Galapagar, pero que con los años logró huir de esas comparaciones, buscar su camino, su sello propio y llegar a lo más alto gracias a esas aptitudes innatas y a su marcada personalidad.
Después de su inesperada retirada tras actuar en El Pilar de Zaragoza en 2018, «el Tala» reapareció el año pasado por un día en el coliseo francés de Arles y, además de triunfar junto al peruano Roca Rey, dejó constancia que el parón no le había afectado, pues volvió siendo el mismo de antes, e incluso podría decirse que en una versión mejorada, más sólida, más rotunda.
Estos dos regresos serían una gran noticia, como también lo será que las plazas que aún no han abierto lo hagan (Castellón, Valencia, Pamplona, Bilbao, San Sebastián o Zaragoza), que algunas ferias recuperen su sitio en el calendario (Sevilla vuelva al mes de abril y San Isidro por mayo y junio) y que las que ya se han celebrado en 2020 lo hagan por fin con las mismas tardes que antes de la pandemia.
Restablecer la normalidad perdida, aunque la covid todavía no se haya esfumado y obligue con toda seguridad a mantener algunas medidas de seguridad -el «show debe continuar», como dice la mítica canción de Queen-, es el objetivo del mundo del toro para dejar atrás los años oscuros pandémicos.
Agencia EFE