Valadez y un gran «Palomo» abren a lo grande la feria de Logroño

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El novillero mexicano Leo Valadez ha cortado hoy las dos orejas de un gran novillo de La Quinta, de nombre «Palomo», premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre, en lo que ha sido el pasaje más rotundo de una interesante apertura de la Feria de San Mateo de Logroño.

FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de La Quinta, bien presentados y de interesante juego en conjunto. Destacaron, primero y, sobre todo, cuarto, de nombre «Palomo», número 106, cárdeno oscuro y de 482 kilos, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. A menos, el segundo; sin empuje el tercero; cambiante el quinto; y

Leo Valadez, de grana y oro: estocada fulminante (vuelta al ruedo); y estocada (dos orejas).

Alfonso Cadaval, de rioja y oro: estocada contraria (vuelta al ruedo); y estocada trasera y tendida (oreja).

Antonio Catalán «Toñete», de azul pavo y oro: (oreja); y casi entera (oreja); y pinchazo, casi entera y tres descabellos (silencio tras aviso).

En cuadrillas, buenos pares de Raúl Adrada al tercero, aún sin saludar, Manuel Jesús Bernal destacó picando en el cuarto.

La plaza registró menos de un cuarto de entrada en los tendidos.

INTERESANTE PISTOLETAZO

Leo Valadez sorteó en primer lugar un novillo noble y encastado, con prontitud, fijeza y humillación. El mexicano, que había brillado en el saludo a la verónica, sin embargo, no se acopló en la muleta. Ni por el izquierdo, que fue el pitón bueno, logró Valadez más que algunos naturales dispersos de buen trazo dentro de un conjunto intermitente y sin unidad.

El sobrecogimiento de una voltereta al enterrar la espada, que tiró al utrero sin puntilla, animó al respetable a darle una ovación, que acabó finalmente en una vuelta al ruedo.

En el cuarto, en cambio, sí rayó a muy buen nivel Valadez frente a un utrero de bandera: pronto, con calidad y encastado, de emotivas y vibrantes embestidas. El mexicano volvió a brillar con el percal, sobre todo en un vistoso quite por zapopinas.

De rodillas y en la misma boca de riego inició el azteca una faena muy compacta y maciza, basada en el temple, la limpieza, el hilván y el trazo largo de cada muletazo. La gente disfrutó de la comunión entre «Palomo» y Valadez, que recetó dos series extraordinarias al natural para acabar metiéndose en la distancia corta, donde se desenvolvió como pez en el agua.

Entró la espada a la primera y para él fueron las dos orejas, que paseó tras la vuelta al ruedo al bravo «Palomo».

El primero de Cadaval fue de más a menos. De inicio tuvo un comportamiento prometedor, lo que permitió al sevillano exhibir un buen corte en el prólogo de una labor que, sin embargo, no llegó a despegar, ora porque el novillo se paró pronto, otra también porque faltó algo en el momento clave por parte del novillero, que manejó con acierto la tizona. Dio una vuelta al ruedo.

El quinto fue un novillo cambiante, que salió manseando, buscando los espacios y sin dejarse picar. Cadaval anduvo con oficio en una labor en la que el utrero «rompió» a bueno en la muleta, moviéndose con mucha transmisión. El sevillano rayó a buen nivel con él, dominándolo sobre ambas manos. Todo lo que hizo tuvo mucha importancia, por eso la oreja que cortó fue de las de ley.

Toñete se las vio en primer lugar con un novillo muy noble pero al que le costaba un mundo desplazase. Quizás tuvo que ver el excesivo castigo que llevó en el caballo. El madrileño anduvo muy dispuesto, demostrando también buenas maneras y que tiene valor a lo largo de una faena que, en el debe, pecó de encimista. Manejó con acierto la espada y para él el reseñado trofeo.

El sexto fue posiblemente el novillo más noble del envío, y con él se vio a un Toñete en las antípodas de su actuación anterior. Esta vez pecó de frío en una labor intermitente en la que faltó pulso y, en consecuencia, limpieza en los muletazos.

Agencia EFE
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