Una tarde para olvidar en la quinta de feria en Logroño

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Ni una sola oreja, únicamente una ovación con saludos para el mexicano Joselito Adame, ha sido el paupérrimo balance del quinto festejo de la Feria de San Mateo de Logroño, un espectáculo para olvidar cuanto antes, marcado, sobre todo, por el nulo juego de la corrida de Zalduendo.

FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de Zalduendo, el quinto como sobrero, correctos de presentación, muy justos de fuerzas y deslucidos en general.

Joselito Adame, de verde botella y oro: estocada tendida y desprendida (ovación); y estocada trasera, baja y atravesada (silencio).

Juan del Álamo, de azul marino y oro: estocada desprendida (silencio); y pinchazo, bajonazo y descabello (silencio).

Ginés Marín, de rioja y oro: estocada trasera y caída, y descabello (silencio tras aviso); y tres pinchazos y estocada baja (silencio tras aviso).

La plaza registró un cuarto de entrada en los tendidos.

UN «PETARDO» EN TODA REGLA

Un cartel joven y de futuro se anunciaba hoy como el penúltimo de la Feria de San Mateo. Los dos triunfadores de San Isidro, Juan del Álamo y Ginés Marín, junto a la máxima figura mexicana del momento, como es Joselito Adame, que, además, también cortó una oreja el pasado mes de mayo en Madrid.

Alicientes e interés había de sobra, mas pareció no ser suficiente para la afición logroñesa, que cubrió apenas un cuarto del aforo del multiusos coso de La Ribera (unos 2.500 espectadores).

Ese hándicap fue clave para que la faena de Joselito Adame al primero no llegara a calentar lo suficiente el ambiente. Estuvo muy correcto y templado el mexicano ante un toro que se sujetaba con alfileres, muy por encima de las circunstancias. Pero, ya está dicho, la gente no acabó de valorarlo.

En el cuarto ocurrió algo parecido. Buena imagen del mayor de los Adame frente a un toro que se movió más que sus hermanos. Animoso y dispuesto, el hidrocálido (de Aguascalientes) dejó retazos de buen toreo, aunque, al final, lo afeara todo con un espadazo muy defectuoso. Silencio en filas.

Juan del Álamo no tuvo «material» propicio en su primer turno ante un astado muy agarrado al piso, incómodo y deslucido, con el que el salmantino ha estado muy tesonero pero sin encontrar la manera de hacerlo ir hacia adelante, y eso que estuvo largo tiempo intentándolo por uno y otro pitón.

El quinto fue devuelto por inválido y sustituido por un sobrero del mismo hierro, que tampoco se prestó por lo complicado que fue. Fue el típico toro corraleado, siempre al acecho del torero, sin emplearse. Del Álamo volvió a poner voluntad durante la larga faena y de muy poco eco en los tendidos.

Ginés Marín estuvo por encima de la apagada condición de su primero, con el que dejó el sello del empaque y el buen gusto que atesora manejando las telas. Faena técnica e inteligente del gaditano, aunque extremeño de adopción, que aguantó también miradas y parones con notable suficiencia. Faltó contundencia con los aceros y los tendidos, demasiados fríos, ni le ovacionaron.

Y con la tarde ya muy cuesta arriba no mejoró la cosa en el sexto, otro toro flojo y sin recorrido, con el que Marín anduvo esta vez más intermitente, intercalando pasajes de buena firma con otros más lineales y poco ajustados.

Agencia EFE
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