Padilla corta la única oreja de una deslucida y plomiza tarde en Gijón

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El diestro Juan José Padilla ha cortado hoy la única oreja del festejo inaugural de la feria taurina de Gijón, una tarde plomiza y vacía en los artístico, fundamentalmente por lo poco que han ayudado los deslucidos y “regordíos” toros del Conde de Mayalde.

FICHA DEL FESTEJO.– Seis toros del Conde de Mayalde, serios por delante aunque demasiado atacados de kilos en su conjunto, y, en consecuencia, les costó un mundo tirar para adelante, defendiéndose o, simplemente, negándose a embestir. Los menos malos, primero y cuarto.

Juan José Padilla, de caldero y oro: casi entera trasera, caída y atravesada (vuelta al ruedo tras petición); y estocada trasera y desprendida (oreja).

Sebastián Castella, de ciruela y oro: estocada ligeramente trasera y dos descabellos (palmas tras aviso); y pinchazo, estocada baja y descabello (silencio).

Alberto López Simón, de tabaco y oro: pinchazo hondo y descabello (silencio); y estocada desprendida (silencio).

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del torero Iván Fandiño, del crítico taurino José Luis Suárez Guanes y del doctor Raúl Santos Álvarez Obregón.

La plaza ha registrado dos tercios de entrada en tarde progresivamente fresca.

MUCHOS KILOS Y POCAS NUECES

Qué gran feria tiene Gijón. Sin duda, una de las más bonitas e interesantes del norte de España. Primero, y lo más importante, porque de siempre suelen cuidar al toro, al verdadero protagonista de esta fiesta, y también porque su afición responde, y muy bien, año tras año.

Es verdad que esta feria es la única que queda viva en Asturias. Como la de Pontevedra en Galicia. Pero, el público demuestra que sigue interesado, y mucho, en estos ciclos.

Pero en la corrida de hoy hubo un error de conceptos: Los kilos no son sinónimo de seriedad ni de trapío. Los del Conde de Mayalde, bien armados, sin embargo, acusaron un más que evidente exceso de tonelaje, y así es muy difícil que puedan tirar hacia adelante. Como así ocurrió. Aunque de la quema podría salvarse el lote de Padilla.

Su primero tuvo nobleza y movilidad, aunque sin humillar lo suficiente. El jerezano, variado con el capote, anduvo fácil y animoso con “los palos”, aunque con la muleta no acabara de acoplarse en una faena tan dispuesta como anodina en lo artístico, por mucho que algunos le pidieran una oreja, que el usía, acertadamente, decidió no conceder.

El cuarto fue otro toro que, sin ser un dechado de facultades, sirvió para el torero. Pero Padilla, que esta vez no puso banderillas, tampoco lo aprovechó convenientemente.

Hubo entrega, mucha disposición, pero nuevamente no logró ni un solo pase en condiciones, aunque, eso sí, con lo accesorio y los efectos especiales lograra meterse al público en el bolsillo, de ahí que lograra el primer trofeo de la feria.

Castella tuvo que enfundarse el mono de trabajo para sacar partido de su primero, un toro “atacado” de kilos, al que, precisamente por su exceso de volumen, le costó un mundo tirar hacia adelante. Tuvo que ayudarle mucho el francés, tirar de él a base de temple y, sobre todo, firmeza para aguantar ahí y robarle los muletazos, alguno de ellos de muy buena firma.

Anduvo muy seguro Castella, al que, incluso, se le vio a gusto. Lástima que al final lo echara todo a perder con el descabello.

El quinto tampoco le puso las cosas fáciles al de Beziers. Otro toro de medias y desabridas acometidas, sin clase alguna y pegando un tornillazo a la mitad del embroque. Castella aquí no pudo hacer prácticamente nada más que cumplir el expediente y mostrarse otra vez por encima de las circunstancias.

López Simón también se las vio con un toro “regordío”, que se movió con el freno de mano echado y la cara suelta. Puso ganas el madrileño, más fue una quimera ligarle más de dos pases en condiciones, pues al tercero el animal ya se defendía con mal estilo. Por el izquierdo, además, se venía cruzado, imposibilitando cualquier atisbo de lucimiento por mucho que insistiera el hombre.

Y para ahondar en su infortunio, el sexto fue una mulo moribundo con el que López Simón no pudo hacer prácticamente nada, y eso que anduvo todavía un buen rato intentando lo imposible.

Javier López, Agencia EFE

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