La edición número 40 de estos encuentros colgó el cartel de ‘no hay billetes’
El matador de toros Paco Camino y el escritor Carlos Abella protagonizaron una noche histórica en los Mano a mano de la Fundación Cajasol. El encuentro se desarrolló en la Sala Antonio Machado del Centro Cultural Cajasol, que colgó el cartel de ‘no hay billetes’, y consistió en un recorrido apasionante por la vida y la obra taurina de Paco Camino, uno de los toreros más importantes que ha dado Sevilla. Fue un interesante paseo por una época del toreo, la de los años 60 y 70, en la que Paco Camino hizo historia.
Con el de esta noche, estos encuentros llegaron a su edición número 40, celebrándose desde marzo de 2007. El periodista José Enrique Moreno fue el encargado de conducir el acto, en el que desde el primer momento se apreció la buena sintonía entre Camino y su biógrafo Carlos Abella, clave para ir desvelando aspectos relevantes de la trayectoria del maestro.
Para empezar, Paco Camino habló de su vínculo con su tierra, Sevilla: “Es mi pueblo, mi tierra. Yo nací en Camas y como andaluz quiero a toda la gente de Andalucía. Me tocó ser torero y es una satisfacción personal desde que tenía uso de razón. He tenido una afición desmedida aunque la gente decía que no la tenía. Quería ser el mejor para que nadie me pasara por encima, que cuando me retirara dijera que fui un gran torero”.
Carlos Abella, por su parte, centró históricamente la figura de Camino: “Es uno de los diez toreros más importantes de la historia del toreo. Ha aunado valores definitorios de un torero. Ha sido extraordinario con la derecha y con la izquierda, con el estoque, ha llenado una época en la historia de España”.
Camino no tuvo inconveniente en hablar de otros compañeros de su época, destacando su admiración por Antonio Ordóñez. “En los toros –dijo el maestro- hay que fijarse en todos y yo me fijé en Ordóñez, le admiraba desde chico”. A esto, Carlos Abella respondió: “Tengo entendido que él también se fijo mucho en ti”.
También habló de otros toreros contemporáneos, como fueron su amigo Diego Puerta, de quien dijo “se te subía encima y te pegaba un bocado en la oreja”, de El Viti que “era una persona muy seria y con mucha clase”. A El Cordobés se refirió del siguiente modo: “Era un tío fuera de lo normal, no había quien pudiera con él. Te gustaría más o menos, pero el tío estaba ahí todos los días”.
En aquella época, las figuras del toreo como Camino toreaban asiduamente y aun así hubo quien criticaba que no entrenaba lo suficiente, “cómo iba a entrenar si tenía una corrida cada tres días. Era otra época, ahora se entrena demasiado, incluso se preparan como si fueran a ser boxeadores”. En eso, Abella le echó un capote, “él tiene el concepto artístico” y se refirió a una frase del maestro Juan Belmonte “con un capote y una muleta no hace falta ser un atleta”, sentenció.
Madrid para Camino “fue especial, era donde se hacía y se ganaba mucho dinero. Era la reconfirmación de un torero”. Y estableció una comparación: “En Madrid sentía más relajado, pero cuando venía a Sevilla me ponía muy tenso, era mi pueblo y venía forzado”. De forma distendida, bromeó sobre este tema contando que “solía cambiar a los toros con un solo puyazo para que no me hicieran el quite, por eso no quería venir, porque en Sevilla había que darle tres puyazos al toro”.
José Enrique Moreno preguntó al Niño sabio de Camas, como le apodó Gonzalo Carvajal, si ahora se torea mejor que antes, a lo que el maestro respondió: “Torear bien se hace ahora, hace 20 años y siempre. La figura del toreo de antes podría serlo también ahora y el de ahora podría serlo en otro tiempo también, pero el toro de antes era menos uniforme que el de ahora”.
Abella, como buen conocedor de la vida del maestro de Camas, afirmó que “Camino fue también un referente en México, es y sigue siendo el primer ídolo español, después de Manolete”. A ello Camino apostilló “me gusta mucho el toro mexicano, no tiene la bravura que el de aquí, pero me gusta mucho. Además allí era muy querido, una vez a un toro le di ocho pinchazos y me dieron una oreja y nueve vueltas al ruedo, tuve que decir que ya está”, explicó con gracia.
Echando la vista atrás, Camino comentó: “Recuerdo más de cuando era chiquitillo que de cuando era matador de toros. Mi vida iba muy rápida y ahora que estoy más tranquilo me doy cuenta de lo que he sufrido y de donde he llegado”. Contó una anécdota de su infancia: “Me iba desde Camas andando hasta el hotel Colón, allí veía salir a los toreros, me iba corriendo a la calle Iris para verlos entrar y cuando terminaba la corrida y salían, me volvía de nuevo andando hasta Camas”.
También se analizó el toreo de Paco Camino, en especial su chicuelina y el temple, “no acostumbraba a hacer la chicuelina, me daba mucho miedo en perderle la cara al toro. Pero en Madrid en una corrida de Galache alternando con El Viti y Ostos, el toro fue tan bueno y me salió tan bien que ahí aprendí a hacer la chicuelina. Se me quedaba muy corto el toro, porque siempre lo llevaba muy toreado y tenía que perderle tres pasos para darle la siguiente. Gustó tanto que la gente la pedía y había que hacerlo”, sentenció. En cuanto al temple, el maestro refirió que “es muy difícil templar la embestida de un animal, se trata de ‘avenirte’ a la velocidad de su embestida, de acoplarte a ella. Dependiendo de la velocidad del toro se puede torear más o menos despacio».
Muchos recuerdos y emociones en una noche que levantó gran expectación y congregó a numerosos aficionados de postín y representantes del mundo del toro, entre ellos dos toreros de Sevilla que fueron a escuchar a Camino: Pepe Luis Vázquez y Morante de la Puebla.