La tauromaquia en Palma se reivindican y llenan, Ponce y Talavante triunfan

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Los diestros Enrique Ponce, que cortó tres orejas, y Alejandro Talavante, que logró dos, salieron a hombros en el festejo nocturno celebrado en la plaza de toros de Palma de Mallorca.

Los diestros Enrique Ponce, que cortó tres orejas, y Alejandro Talavante, que logró dos, salieron hoy a hombros en el festejo nocturno celebrado en Palma de Mallorca, cuyo coliseo registró una gran entrada en los tendidos, que gritaron libertad para la fiesta en Baleares.

Ficha del festejo

Tres toros -primero, segundo y tercero- de Núñez del Cuvillo y otros tantos -cuarto, quinto y sexto- de Juan Pedro Domecq, aparentes y cómodos, mansos y blandos a partes iguales. La excepción fue el tercero y, en parte, también el cuarto, aunque a éste lo hizo mejor de lo que era un magistral Ponce.

Enrique Ponce, oreja y dos orejas tras aviso.

José María Manzanares, silencio tras aviso y ovación.

Alejandro Talavante, oreja y oreja.

Incidencias: La infanta Elena presenció el festejo en directo en compañía de sus dos hijos, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica de Marichalar y Borbón.

El coliseo balear de Palma registró tres cuartos largos de entrada.

Ponce volvió a impartir una clase magistral, esta vez en el amenazado coliseo balear de Palma, que hoy pudo haber acogido su última corrida de toros, si nadie lo remedia.

El valenciano sorteó en primer lugar un toro medio y justito de todo, al que hilvanó una faena de muy buena técnica. No hubo profundidad pero sí mucha suavidad y, sobre todo, belleza en la interpretación. Cortó una oreja.

En el cuarto se obró el milagro que sólo Ponce y su consabido magisterio son capaces de llevar a cabo. Fue éste «cuvillo» un toro muy informal y descompuesto, al que el valenciano fue ahormando poco a poco, sobándolo por uno y otro lado, enseñándolo a embestir para acabar llevando a cabo un último tramo de faena sublime, que, tras la estocada, le valió para pasear el doble trofeo.

Manzanares no tuvo apenas tela para cortar con el lote más deslucido en conjunto. Su primero fue un «cuvillo» excesivamente blando para ensayar siguiera el toreo a media altura, y el cuarto se negó en rotundo fruto de su manifiesta mansedumbre, rajándose además a las primeras de cambio. El alicantino anduvo afanoso en dos proyectos de faenas que apenas pudieron tomar vuelo.

Talavante llevó a cabo una faena de auténtica maravilla a su buen primero, al que cuajó muy bien de capote y al que instrumentó una labor de muleta en la que la naturalidad, la hondura y la imaginación se aunaron para dar al conjunto tintes de obra grande. El único lunar fue la falta de contundencia con los aceros, de ahí que todo quedara en una solitaria oreja.

El sexto fue otro toro manejable al que Talavante exprimió de principio a fin en una faena premiada nuevamente con otro apéndice, salvoconducto para acompañar a Ponce en la salida a hombros.

Agencia EFE

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