La Fiesta de los Toros es un espectáculo artístico, cuyo fin es crear una obra de arte mediante la lidia de un toro, y que ese arte emocione a los espectadores, por la vía de la estética y por la del riesgo, pues por algo es el único arte que necesita ser legitimado con el riesgo, de tal manera que si se torea un toro con los astas cortadas, por mucho arte , por muy estético que se haga no emocionará. La máxima estética se puede lograr con el toreo de salón, y sin embargo no emociona. En definitiva la ejecución del arte de torear debe conllevar gran riesgo.
Para lograrlo es necesario que el toro esté integro, que tenga gran poderío y que sea encastado, que tenga temperamento para transmitir a los públicos la dificultad y riesgo que ello entraña.
Por otra parte si el toro solo manifestase ese riesgo pero no embistiera con la calidad suficiente para poder generar belleza, se estaría perdiendo la emoción inducida por la creación artística.
Habrá pues que lograr un toro con suficiente casta para transmitir riesgo y también suficiente bravura y calidad en la embestida para poder crear arte, estética.
No cabe duda de que los ganaderos han realizado, a los largo de los años, de los siglos, enormes aportaciones consiguiendo un toro que permite torear hoy mejor que nunca se ha toreado, al menos, a nuestro parecer. Pero llevamos unos años, muchos, en los que salen demasiados toros escasos de casta, demasiado dulzones, y ello resta emoción al espectáculo, ya que el espectador piensa que lo que está haciendo el torero es muy fácil, que lo haría cualquiera.
Hay que tener en cuenta que el Toreo, como todo, evoluciona y se va perfeccionando técnicamente, lo cual permite dominar mejor al toro, y por otro lado si el toro cada vez es menos encastado, tiene menos fiereza, el resultado es la falta de emoción, y si falta la emoción el Toreo entero se derrumba. Estamos viendo en TV las corridas de la Monumental de México, donde la falta de casta de los toros es la norma. Si siguen así cada vez acudirá menos gente a los tendidos, ya bastante desiertos incluso con carteles de figuras.
Naturalmente aquí en España, sin llegar a ese toro demasiado pastueño, dulzón de Méjico, está pasando, como decíamos, algo parecido por lo que aficionados y públicos pierden interés.
Por tanto, el toro del futuro, si queremos que la Fiesta continúe pujante, con fuerza, y ganando adeptos es necesario que el toro salga con mucha más casta de la que sale, con mucho más vigor y, al menos, con la misma calidad con la que está saliendo.
Habrá que analizar y plantearse este tema con mucha seriedad, ver que se hace con la suerte de varas, que prácticamente nunca consigue los objetivos para los que se creó (atemperar y ahormar la embestida del toro), porque se hace mal por sistema, hasta el punto de que excepcionalmente se ve una puya puesta en su sitio, con lo que la mayoría de las veces lesiona el aparato locomotor del toro. O se hace bien o está llamada a desaparecer.
En muchas plazas se exige un toro muy voluminoso, con descomunales caras (que no caben en la muleta), y se presta menos atención a la casta y a la bravura que es lo verdaderamente importante.
Tanto la suerte de varas como el volumen exagerado del toro son temas que merecen análisis aparte.
En resumen, el toro del futuro debe ser más encastado, conservando y mejorando su bravura y calidad en la embestida, para que el espectáculo genere emoción, de lo contario vamos a quedar muy pocos aficionados
Rafael Comino Delgado