En la pasada feria de Zaragoza pudimos ver y oír, puesto que se hicieron a través de las cámaras y micrófonos de TV (Canal Plus Toros), dos brindis con mucho contenido. Fueron hechos por los maestros Cayetano y Juan José Padilla respectivamente, incluso antes de que saliera el toro por la puerta de toriles (lo habitual es hacerlo al iniciar la faena de muleta).
En el fondo ambos tuvieron el mismo contenido: Por una parte preguntaron a los antituarinos, ¿qué hacían por el toro? y por otra afirmaron rotundamente que «ellos estaban dispuestos a dar su vida por el toro». Tan cierto era esto último que a continuación se fueron a la puerta de chiqueros para recibir a su toro de rodillas. De hecho, el maestro Padilla sufrió, en tal suerte, un tremendo golpe en la cara por lo que hubo de pasar a la enfermería, de la que salió dos horas más tarde para matar el último toro de la corrida, su segundo, al haberse corrido turno.
Como decía, me parece que ambos brindis encerraban un contenido muy profundo, expresado de forma muy seria y muy sincera.
Con respecto a la pregunta, todos los taurinos sabemos la respuesta, pues nos la viene mostrando los antitaurinos desde hace ya bastantes años. Lo único que hacen es tratar, por todos los medios, de que desaparezca el toro de lidia, que como es ampliamente conocido, y se ha explicado multitud de veces, no es útil , no es rentable para otros fines que no sea la lidia. Mantenerlo sería muy costoso y, en todo caso, si desaparece la Tauromaquia, podría quedar algún ejemplar en los zoológicos, pero solo de forma testimonial. En cierta ocasión le oí decir a la presidente del PACMA (partido animalista español) que las ganaderías de lidia podrían mantenerse utilizándolas como lugares de visita turística. Esta afirmación da idea del desconocimiento total y absoluto de lo que es la crianza del toro, de lo que cuesta, de cómo vive realmente el toro en su paraíso que es la dehesa (como ningún otro animal en su medio natural).
Pero es que tampoco han hecho, ni hacen, nada favorable para los demás animales, si bien algunos suelen recoge perros, gatos y otros animales abandonados, la mayoría de las veces para sacrificarlos seguidamente, en muchas ocasiones sin cumplir las normas establecida legalmente. Lo que hacen los animalistas solo favorece a los que manejan el enorme negocio que hay detrás del animalismo y veganismo.
Algunos antitaurinos tiene mascotas, lo cual es muchísimo peor que la lidia de un toro en la plaza, durante 15 minutos, pues obligan a un animal (gatos, perros, etc.) a vivir toda su vida como un humano, sin relacionarse prácticamente con los de su especie. Imagínense que obligásemos a un humano a vivir como un perro, como un gato, etc, relacionándose solo con perros, gatos, etc, pero no con humanos. Se imaginan la crueldad , la esclavitud que sería, pues eso es lo que hacen aquellos que tiene mascotas y las tratan como humanos.
La afirmación que hicieron los dos maestros la demostraron a reglón seguido, y la demuestran cada día que salen a torear, sea en corridas o en festivales benéficos. El torero se juega su vida, pero de verdad, en la plaza se muere de verdad, como este año hemos podido comprobar. Torear no es un juego, y eso no se hace por dinero, se hace por afición, por vocación, porque es la forma de expresar un sentimiento que se lleva muy dentro. El que no tiene ese sentimiento no se pondría delante de un toro ni por todo el dinero del mundo.
Conozco muchos taurinos, muchos profesionales del Toreo, de todos los estamentos, y no hay uno solo que no ame profundamente al toro, que no le quiera con pasión, pero siempre sabiendo distinguir entre los humanos y los animales irracionales. El toro de lidia existe porque existen toreros, que se juegan su vida cada vez que torean. Si no hubiera toreros el toro desaparecería, como antes dijimos.
Ningún animalista ama de esa forma a los animales. Lo suyo es sensiblería (no confundir con sensibilidad), dsesestructuración mental, al considerar a un irracional como humano, e incluso pedir para ellos derechos humanos. Eso es una aberración mental, porque lo que no pude ser no puede ser.
Rafael Comino Delgado