Última entrevista que concedió Jaime Ostos, por Ricardo López Solano

Jaime Ostos

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Mi sueño desde cuando empecé a moldear un tratado taurino que he titulado, “La Suerte Suprema-Revisión General”, fue el de poder entrevistar al maestro Jaime Ostos Carmona, considerado uno de los mejores estoqueadores de todos los tiempos.  Y en estos últimos años, debido a su avanzada edad, 90 años, pensaba que ese sueño no se me haría real.

Pero el 1 de enero de 2022, mientras revisaba uno de los chat grupales en los que me encuentro inscrito, “Nuestras Regiones”, del investigador del folclor vallenato, Ricardo Gutiérrez Gutiérrez, encontré, para mi sorpresa, unos videos que en ese chat publicó uno de sus integrantes, el Abogado Abelardo de la Espriella Juris, en uno de los cuales el maestro Ostos, en la residencia de Abelardo en Cartagena, bailaba por bulerías con su señora María Ángeles Grajal. No me lo podía creer que el maestro Jaime Ostos se encontrara en el corralito de piedra y al alcance de mi mano. A Abelardo le escribí una nota de wasap para que me informara en donde se encontraba alojado el maestro Ostos, y lo que me dijo es que podía encontrarlo en la casa de Gitanillo de América. De inmediato llamé a Gitanillo que en ese momento se encontraba enredado, ya que esa tarde toreaba su hijo en Manizales, pero me dijo que podía ir a su casa para entrevistar al maestro Ostos. Pero en el momento en que me iba a dar el teléfono de su esposa Ibeth Uhía, lo llamaron para lo del sorteo de los novillos que se iban a lidiar esa tarde. Ante este impase, para no perder tiempo, llamé a un concuñado en Barranquilla, José Gabriel Lapeira, amigo con su esposa Letty Pumarejo, de la familia Gitanillo-Ibeth. José Gabriel de inmediato llamó a Ibeth quien lo autorizó para que me diera el número de su celular. Una vez que hice el contacto con Ibeth, me dijo que, al día siguiente, 5 de enero del corriente, a partir de la cuatro de la tarde, de regreso de Las Islas del Rosario, podía entrevistar en su casa al maestro Jaime Ostos.

 

Esa tarde antes de llegar a la casa de Gitanillo-Ibeth, llegué a Magifoto para que me imprimieran la foto que considero más representativa del maestro Ostos estoqueando a un toro para que me la dedicara, un volapié que cumple los cánones más exigentes de esta suerte. A casa de Gitanillo llegué tipo cuatro y media de la tarde, en el momento en que Ibeth y María Ángeles se disponían a salir. Me hicieron pasar y llamaron al maestro Jaime Ostos para que atendiera mi visita. Por fin se cumplió mi sueño tan largamente esperado.

 

Para mí fue muy gratificante el recibimiento que me dio el maestro Jaime Ostos Carmona, y como, sin reticencia alguna, se prestó para referirme los aspectos más relevantes de su vida taurina y social, y para responder a mis inquietudes, en especial sobre la suerte suprema. Al maestro Jaime Ostos se le veía rejuvenecido, alegre y sonriente y lleno de vida. Y desde que comenzó a hablar, a partir de mi primera pregunta, casi me que se me dificultaba tomar la palabra, y cuando lo hacía me era difícil terminar la pregunta, la que por supuesto, adivinaba de que se trataba. Delante del maestro Ostos, como si fuéramos viejos conocidos me sentí como en mi casa y con una confianza y soltura que me parecía difícil de creer. Contaba con todo el tiempo del mundo para escucharlo, y hacerle, cuando me lo permitía, una que otra pregunta.

 

Lo primero que le pregunté al maestro Jaime Ostos Carmona, una vez que nos encontramos acomodados en la sala de la familia Gitanillo-Ibeth, y después de presentarme, fue que cómo le había parecido Cartagena. Y esto fue lo que me respondió:

 

Cuando regresé a España, después de mi primer año en Colombia todo el mundo me hablaba de Cartagena. Así que cuando de nuevo regresé a este hermoso y acogedor país no me quedó más remedio que venir a conocer a esta emblemática ciudad. Conocerla me hizo un efecto muy grande. A Cartagena la he visitado en tres ocasiones, y en esta oportunidad nuevamente volví para, con mi mujer, pasar el fin de año.

 

Cartagena, esa es mi impresión, sigue siendo Cartagena. Después de que he visto una cantidad de torres como si fuera Miami, esto para mí no es Cartagena. Para mi Cartagena es el centro, de la muralla para adentro. Esa es la verdadera Cartagena.  Además, la primera vez que yo vine a esta ciudad, 1953, y me soltaron por aquí, yo dije, para que he volado tantas horas para estar otra vez en Cadis. Es que Cartagena es una hermana de Cadis. Los balcones, las rejas, las calles y la vegetación, es como si me encontrase en Cadis.

 

Además, te digo, que la gente, la alegría de los cartageneros es muy parecida al del andaluz. La de los andaluces de la parte baja de España, como Sevilla, Huelva, Málaga, Cádiz, Almería. Tienen los mismos gustos, la música, el cante, la comida, por eso es por lo que te he dicho que he volado tantas horas para estar en Cádiz.

 

Y entrando en materia, esto fue lo que me contó el maestro Ostos sobre su paso por los ruedos del mundo:

 

Yo no sé, ni he discutido nunca si he sido el mejor o el peor torero. Eso no lo he discutido. Pero lo que si te puedo decir es que desde un comienzo hice parte de los cinco profesionales del toreo que integraban el grupo especial. Casi desde el comienzo de mi carrera entre en ese grupo, y cuando me retiré aún seguía perteneciendo a la élite del toreo. Que los aficionados juzguen.

 

Ahora, con la espada nunca he cogido una espada de mentira. Yo antes de entrar a matar cogía la espada y la doblaba contra el burladero para que se dieran cuenta que en el último tercio salía armado con la espada de verdad y no con el ayudado. Debido a ello, al principio, cuando terminaba la faena de muleta y me perfilaba para entrar a matar, los que no se habían percatado que llevaba el acero, gritaban, ¡no! ¡no!, ya que creían que iba a estoquear con el ayudado. Después se acostumbraron.

 

En la plaza de toros de Madrid está escrito que pinche cuatro veces a un toro recibiendo. Una suerte que hasta hoy no lo ha hecho sino Rafael Ortega, mi profesor que admiro y yo. Los demás no tienen ni idea de cómo se hacen las tres suertes de matar: recibir, al encuentro y al volapié. Y esto de matar los toros tiene una ley de ejecución que ninguno lo hace. Unas veces entran más abajo, otras más para atrás, otras veces el toro derrama sangre por la boca porque lo degüellan. Es más, algunos colegas míos, matadores de toros, quieren venir al campo conmigo a las becerradas para hacerles la suerte de matar, porque siendo extraordinarios toreando a los toros, a la hora de ejecutar esta suerte, los pinchan muchas veces. Y volviendo a lo que te decía, después de pinchar cuatro veces en Madrid, le pegué una estocada también recibiendo. Y es que antes de empezar a pinchar quería cortarle el rabo, ya que la gente estaba loca y la plaza se encontraba llena de pañuelos, por lo que con antelación le había hecho al toro, y el público quería que lo entrara a matar. Pero lo pinché cuatro veces haciéndole la suerte de recibir, y en la quinta entrada, también recibiendo, le di una estocada que el toro cayó sobre mis zapatillas, y al toro tuvieron que levantarlo para que yo pudiera sacar mis pies que se encontraban aprisionados debajo de su cuerpo. Y me dieron la oreja. Esto se encuentra escrito en la plaza de toros de Madrid.

 

Los toreros saben muy bien que hasta en los tentadero toreaba con la espada de verdad. Y esto te lo digo porque el toro nunca te dice mátame aquí. De la raya para adentro el que manda es el toro, y de la raya para afuera el que manda es el torero. Por otro lado, al entrar a matar el codo de la mano izquierda no se puede doblar, ya que la mano que lleva la muleta hacia adelante se retrae. Y es que, si el toro que se encuentra humillado mirando la muleta que se encuentra debajo su hocico, tú se la retiras, lo que consigues es que el toro levante la cabeza. Y el resultado es un bulto y otro bulto.

 

Un momento maestro. Explíquese mejor:

 

Tú has visto que en la actualidad los toreros matan a los toros de la raya para adentro. ¿Y por qué lo hacen? Porque no llevan la espada de verdad. Es como que si no entendieran que el toro en un momento dado es el que te dice mátame. Y si tú estás toreando en los medios, pues lo tienes que matar en los medios que es donde el toro te dice (cuando se descuelga, ya que no puede sostener la cabeza arriba), después que le has pegado cuatro naturales y dos pases de pecho, te dice mátame. En ese punto le pones la muleta cerquita, debajo del hocico, con tus pies a una distancia no mayor de metro y medio, y centrado al testuz, ya que después de metro y medio, no se puede matar bien. Ahora te digo que al toro se debe matar en corto, por derecho y con el pecho (presentando el pecho frente al testuz del toro).

 

Y continúa relatando el maestro Ostos:

 

Para que te enteres, yo maté a un toro de 583 kilos el día que cumplí 80 años, cuando hacía muchos años (18) que me había retirado de los ruedos. Ya verás en esa foto lo que es la suerte de recibir. Y tú no la has visto todavía, y te vas a ir de este mundo sin verla, tú y la afición. Ahora, lo que sí es verdad, es que el único torero que ha toreado en las ferias más importantes, uno más que nadie, ese he sido yo. En Sevilla, en Cali toreé cinco años, en Pamplona fui el primer torero que toreo tres corridas y en Vitoria exactamente igual. O sea, que tengo una historia taurina importante. Ahí está escrito. Nunca me preocupé. Nunca tuve ningún problema con ningún torero. Con ninguno. Ni con los ganaderos. Me decían tal corrida, y decía, yo mi dinero. Punto. Eso era lo que me interesaba ¿Cuánto me vais a dar? ¿Quién torea? Fulanito de tal. Bien. Solamente tuve un pequeño roce con Antonio Ordoñez cuando la pelea con Luis Miguel Dominguín. Ahí se planteó el problema de que yo era el eje del uno o del otro.  Si yo me iba con Luis Miguel, Ordoñez no podía torear la feria que toreaba Ostos y Luis Miguel. Y si yo me iba con Ordoñez, Luis Miguel no podía torear las ferias que toreaba con Ordoñez. Me fui con Luis Miguel y toreé treinta y seis corridas.

 

¿Maestro esa fue la época en que Ernest Hemingway andaba con Antonio Ordoñez?

 

Bueno, Hemingway todo el tiempo en que estuvo en España anduvo con los dos, con Luis Miguel, con Ordoñez y conmigo. La pelea fue de Ordoñez con Luis Miguel. Por tonterías, de amistad, cosas de agentes. En fin, aquello se rompió y yo me quedé en el centro de eso. Y donde yo fuera el otro se quedaba por fuera de la feria. Yo estuve así dos años hasta que logré arreglar ese asunto y los tres pudimos torear algunas corridas.

 

Y de los roces entre Ordoñez y Dominguín el maestro Jaime Ostos Carmona volvió hacia la suerte suprema, descripción que unifico o extracto de lo que me dice, de los gestos y de los movimientos que hace con las manos, la cabeza y los pies, para describirme con la mayor precisión posible, como es que se debe ejecutar, para este caso, la suerte de recibir, que fue en la que se enfocó en esta entrevista:

 

La suerte de matar a un toro no es más que un pase de pecho, así de simple me lo resumió el maestro Ostos. Tú te cuadras delante del toro, centrado a los pitones, a una distancia no mayor de metro y medio. En esta posición, lanzando un gritico, (¡Ja!), diriges la punta de la muleta, acompañada del pie izquierdo, hacia adelante y hacia abajo de los belfos del toro para que este baje la cabeza y se fije en el extremo de la tela, con lo que lo embarcas en la muleta. Y con el toro humillado, arrastras hacia atrás la pierna izquierda hasta colocarla al lado de la pierna derecha, que durante la ejecución de la suerte (pierna derecha) debe permanecer fija (inamovible). En esta operación manteniendo al toro humillado, este debe seguir el extremo de la tela mientras la diriges hacia atrás (acompañando el movimiento del pie izquierdo) y hacia la derecha (cruzar la muleta) de las piernas del torero con el fin de darle al toro la salida por ese lado. Durante este movimiento la muñeca que sostiene la muleta debe mantenerse un poco girada hacia su izquierda. En este punto con el toro humillado y por el lado derecho de la cadera del torero, y con el estoque sepultado entre uno de los intersticios de los omoplatos, se remata la suerte con un pase de pecho. Durante su ejecución, suerte de recibir, el torero no cambia de posición, el único que se desplaza (humillado) haciéndole cambiar su trayectoria hacia la derecha de la posición que ocupa el torero, es el toro. Si el torero durante la ejecución de esta suerte cambia de sitio, lo que ha hecho es un remedo de la suerte de recibir.  De Manolete a hoy, el único que ha hecho las suertes de matar perfectas se llama Rafael Ortega que ya falleció. Y después de Rafael Ortega su discípulo, que soy yo.

 

Al que usted le aprendió a ejecutar esta suerte, ¿fue al maestro Rafael Ortega?

 

Cuando conocí a Rafael Ortega todavía no había toreado con caballos. La coincidencia fue la siguiente. Yo soy de una familia bastante acomodada en España. Terratenientes. Dos hermanos míos ingenieros agrónomo administran la finca de mi padre. Mi otro hermano director de un banco. Otro de mis hermanos es abogado. Gente de universidad. Yo piloto civil y además matador de toros.

 

Por ese entonces, con catorce años, tenía un tío que era el presidente de la Audiencia de Sevilla. A este tío que quería mucho, lo visitaba con frecuencia. Y en una de esas visitas a su oficina se presentó el Marqué de Villamarta, el ganadero, quien tenía algunos problemas de audiencia que resolver con mi tío. Y entonces mi tío le comentó, “como te parece que mi sobrino tiene dos hermanos ingenieros agrónomos, otro que es director de un banco y otro más que es abogado, y a este, que además de piloto de aviación se le ha dado por ser torero”. A lo que el Marqués me dijo, “yo tiento la semana que viene. Si quieres te recojo y te llevo”. Y así aconteció. Y a los pocos días el Marquéz vino por mí. Y vaya sorpresa, que en esa tienta se encontraba Rafael Ortega. Por ese entonces yo había aprendido a torear muy bien de salón. Y en mi turno me salió una becerra muy buena, y puedo decir que la becerra fue quien me toreó. Y el maestro Ortega, al finalizar mi faena, me dijo, “oye muchacho tu no habrás toreado”. Y yo le respondí que esa  era la primera becerra virgen que me ha tocado lidiar. Y que, igual que otros aficionados había ido a la tapia, y que cuando uno de los matadores de toros que se encontraba tentando, decía, que baje uno de los aficionados, yo bajaba. Pero esa era la primera vaca virgen que había toreado.  “Pero tienes muy buenas hechuras”. Éntrala a matar. Y la entre a matar. Y lo que hice fue taparle la cara y pegarle un golpe en el morrillo. “Muchacho”, me dijo el maestro Ortega, “así no vas a hacer torero. Es que así no se matan ni las moscas”. Ven aquí”. Y entonces me puse a su lado, y me dijo: “tú no te muevas”. Me puso a su lado, y él le hizo la suerte de matar pasándole la mano a la becerra desde el cuello hasta la penca del rabo. Ahora lo vas a hacer tú, y lo hice. Y de ahí ya he toreado cientos de becerras en tentaderos, y jamás se ha ido una becerra sin que yo le hiciera la suerte de matar cinco, seis, ocho o diez veces. Y ahí aprendí a matar los toros. Y cuando llegué a matar ya no tuve problemas matando.

 

Y continúa el Maestro Ostos con su platica:

 

Mi carrera en los toros fue muy concisa. Cuando a mí se me dio por ser torero, mi padre me dijo, que él dinero que había en casa era para hacer gente de porvenir y no para hombres de aventuras. Y, como mi madre tenía una hermana que no tenía hijos y que me quería mucho, entonces me fui a Sevilla a vivir con ella y con su esposo que trabajaba en cuestiones de jardinería. Y ahí ya metido en el toro me presenté en un festival con Cagancho y le corté las dos orejas y el rabo al novillo. Y después de este triunfo al otro día en Sevilla todo el mundo hablaba de que un muchacho que se llamaba Ostos, Mostos, que no sé qué, puede ser gente en el toro. Y desde ese momento algunos ganaderos empezaron a invitarme a los tentaderos, en especial por lo de mi apellido, y porque muchos de esos criadores se reses bravas conocían a mi tío el presidente de la Audiencia. “oye”, le decían a mi tío, “que me han dicho que tu sobrino torea”. Y de ese festival me fui a torear un festival con Pepe Luis Vázquez. Y después de este último festival voy a Osuna a torear mi primera novillada con caballos en la que corté cuatro orejas y dos rabos.

 

¿Y qué tal le iba con la suerte suprema?

 

A estocada por toro o un pinchazo y una estocada sin puntilla. Ahora veras que en la fotos que te voy a mostrar, no veras a un banderillero dándole vueltas a un toro a los que yo le pego una estocada. A mí me da vergüenza cuando los veo dándole capotazos a un toro, por un lado y por otro, para obligarlo a doblar. Mientras yo entraba a matar mis banderilleros tenían que estar dentro del callejón. Y si yo los llegaba necesitar, porque un toro se me amorcillaba, les decía vení. Pero yo casi nunca los requería. Ya verás una de esas fotografías. Y veras otra que dice: “Lo importante de Sevilla”, ya que en la feria de Sevilla siempre destacaban lo más importante, y ese año lo más importante fue Jaime Ostos matando a un toro. De ahí me fui para Barcelona y corto una oreja a un novillo y me repiten el otro domingo y corto dos orejas. Y de ahí a Sevilla.  Y la gente decía, ¿y hoy quién torea la novillada aquí en La Real Maestranza? Y respondían, uno que tiene nombre de virus, Ostos, Tostos, Mostos. Y a las ocho de la tarde todavía me estaban paseando por toda Sevilla. Corté tres orejas y salí por La Puerta del Príncipe. Y a las cuarenta y ocho horas había firmado 29 novilladas en todas las ferias de Sevilla, Cádiz, Huelva, Málaga, Granada y Almería. Como quien dice en toda Andalucía. Y de ahí ya me presenté en plan de figura.

 

¿Y de sus inicios como novillero?

 

De novillero toree dos años nada más. Por ese entonces me encontraba muy fuerte con las novilladas con caballos. Y es que yo no pensaba sino en el toro. Y de ahí a tomar la alternativa. La iba a tomar al año siguiente en la feria de Sevilla que era mi pueblo, una plaza importante, sencillamente la más importante que hay en España. La de Madrid es más comercial. Pero como taurina es Sevilla. Pero me salió un contrato de doce corridas para América. Entonces tomé la decisión de recibir el doctorad en la última feria de España que es la del Pilar en Zaragoza, y de ahí al grupo especial, y del grupo especial hasta cuando me retiré de los ruedos.

 

Y además te digo, que en Pamplona fui el torero que empezó a torear tres corridas de toros y en Bilbao dos, y las demás figuras una corrida. Te voy a mostrar una foto de un toro de Miura que pesó 638 kilos. En esa corrida corté cuatro orejas, y al año siguiente les dije, yo toreo tres corridas o no voy a Bilbao. Y me tuvieron que dar las tres corridas.

 

Y en este punto el Maestro Ostos se refiere a la casi mortal cornada de Tarazona de Aragón, en que uno de los cirujanos que lo entendieron firmó su partida de defunción:

 

Después de la cornada en la ingle del 17 de julio de 1963, en la que en Tarazona un toro me seccionó la vena iliaca, y en la que me firmaron el certificado de defunción, yo estuve dos años sin poder torear. A mí me llamaban “Jaime Ostos Corazón de León”, ese era el rotulo que difundían donde yo toreaba. Y aunque la gente me decía que yo estaba loco por volver a torear, ese año toree más que nadie. En España toree ochenta y tres corridas (el primero en las estadísticas), en América dieciséis, en Francia once, en Angola y Mozambique que eran colonias portuguesas toree dos corridas en cada una de estas plazas. Y en Casablanca y Tánger, Marruecos también toree. En total ese año sumé ciento veinte y seis corridas.

 

Y volviendo a Madrid, ¿quién es el que más torea? Luis Miguel y Ordoñez torean tres corridas, y Ostos, también torea las mismas corridas. Igual que las máximas figuras del toreo. Esa ha sido mi carrera profesional. De esa manera fue como el loco siguió su vida en el toreo.

 

Maestro entre las tantas fotos de usted en la ya desaparecida revistas El Ruedo, que de momento he podido revisar, he encontrado un buen número de fotos suyas ejecutando la suerte suprema ¿Qué nos puede decir al respecto?

 

En las portadas de esta revista, en donde solamente ilustraban derechazo u otros pases, o un torero dando la vuelta al ruedo con dos oreja en sus manos, te puedo decir que la única estocada que esta revista publicó en sus portadas fue una mía.

 

Y lo de ir con lentitud tras la espada hacia el morrillo del toro, ¿qué nos puede decir?

 

¿La razón? Porque cuando se entra a matar (recibir), la suerte la debes de rematar con un pase de pecho, y para ello, debes llevar al toro (humillado y templado) detrás de la muleta.

 

¿Y cómo le gusta a Usted que se encuentre el toro en el momento de ir a ejecutar la suerte suprema? ¿Aplomado o con algo de gas?

 

El toro no te dice mátame aplomadito. Tú tienes que ver el momento exacto del publico contigo y las condiciones del toro. Cuando tú vez al público aplaudiéndote y agitando los pañuelos, pues, entra a matar.

 

Y con el descabello, ¿cómo le iba a Usted?

 

Yo me iba al matadero para apuntillar (descabellar) a los toros. En el descabello tú debes dirigir la punta de la espada, un poco inclinada, a unos cuatro dedos desde donde dobla el testuz del toro hacia atrás.

 

Maestro, mientras veíamos algunas de sus fotos, usted me habló sobre su intuición fundamentada, del porque los toreros suelen sufrir volteretas o cornadas en el momento de entrar a matar a los toros ¿favor explíquese?

 

El toro no es el que coge al torero. Es el torero el que coge al toro. Si yo estoy en mi casa y viene un tío a entrar, así como así, yo le pego. En la plaza el toro tiene su casa. Y si tú te metes en la casa del toro lo lógico es que te coja ¿Qué quiero decir con esto? Que tú tienes que estudiar donde tiene la querencia el toro, y donde no la tiene, y por donde quiere irse cuando tú lo vas a entrar a matar. Entonces tú tienes que darle todas las facilidades al toro para poder matarlo y que él te ayude ¿Comprendes? Y cuando tú te pones delante del sitio donde el toro se quiere ir, es lógico que te coja. El toro te tiene que coger por fuerza. No es porque te coja el toro. Sino es porque tú le cierras el camino. Entonces el toro te arroya.

 

Maestro, explíquese mejor:

 

Desde que el toro sale al ruedo hay que ir estudiando su comportamiento. Tú no puedes salir a torear a un toro pegándole pases. Primero tú tienes que dominarlo. Para torear hay que lidiar. Sin lidia no hay toreo. Todas las cosas en la vida que tu vayas hacer tienes que programarlas y después hacerla. Pues en el toreo primero se lidia y después se torea ¿Estamos? Pero no podemos torear al toro sin primero lidiarlo. Porque si tú no sabes las condiciones que tiene el toro, pues lo lógico es que el toro te coja o que te empuje o te pegue una voltereta. El toro desde que sale a la plaza se encuentra con un chiquero. Claridad, ruido, y ante ello, el toro empieza a dar vueltas, encontrándose con muchos obstáculos por delante. Y tú tienes que saber que cuando sale el toro, lo que se llama lidiar, es acompañarlo y ayudarlo a embestir, a echarle la muleta, la cabecita abajo, a llevarlo muy lejos si quieres intentar torearlo. Tú no puedes pintar un cuadro sin antes hacer un boceto. Tú primero haces un boceto y sobre el boceto pintas. Tú no puedes improvisar una cosa. Tú tienes que estudiar las condiciones del toro. El toro es un animal como cualquier otro animal que es bravo, que busca por donde irse o por donde atropellarte.

 

Lo principal para estar bien con el toro, te aclaro, es lidiarlo ¿y qué es lidiar? Conocer sus intenciones ¿Cómo es la lidia? Pues, según tú piensas, lo que va desarrollando el toro, y tú lo vas acoplando a ti. Si el toro hecha la cabeza arriba, tú tienes que echarle el capote abajo. Porque si le hechas el capote arriba te golpea la cabeza. Tú tienes que estudiar todas las condiciones del toro. Si el toro aprieta para adentro, tú tienes que llevarlo hacia afuera. Si el toro va hacia afuera, tú tienes que meterlo hacia adentro. Si el toro te embiste por la izquierda mal harías con torearlo por la derecha. Si te embiste bien por la derecha, toréalo por la derecha, sino tienes que cambiar otra vez por la izquierda.

 

¿Y cómo se matan los toros?

 

De la raya para afuera y metiéndole la muleta debajo del hocico. Porque de la raya para afuera allí empiezas a mandar tú. Y de la raya para dentro el que manda es el toro. Y si yo me pongo en el sitio en el que el toro se quiere ir, lo lógico es que me coja. En el noventa por ciento de las veces a mis toros los mataba casi que en la boca de riego (en el centro de la plaza). Mientras más en el centro de la plaza mejor. Menos problemas tienes y menos tengo de tropezar a un toro. A mi jamás me cogió un toro o me manchó un vestido mientras lo entraba a matar.

 

¿Alguna vez puso banderillas?

 

Yo coloqué banderillas. Pero tenía dos banderilleros que eran los encargados de este oficio. En mi época el único que banderilleaba se llamaba Miguel Mateo “Miguelín”. Los demás ninguno ¿Por qué? Por una sola razón. Porque estos banderilleros dejaban los seis palos en todo lo alto y reunidos. Y si se les caía un palo lo cogían, y uno lo llevaban en una mano y los otros dos en la otra mano, y al toro le clavaban las tres banderillas. Y de ahí, a saludar desde el tercio.

 

¿Cuáles fueron sus mejores banderilleros?

 

Yo tenía una cuadrilla de banderilleros enormes. Los mejores de ellos fueron Julio Pérez Herrera “Vito” y Luis González.

 

¿Y usted cómo delineaba la suerte de varas y la de banderillas con la suerte suprema?

 

La suerte de varas te la marca la potencia que tenga el toro cuando va al caballo. Es un libro que tú tienes que estudiar. Entonces yo veo a un toro que no tiene fuerza, entonces yo le digo al picador señálalo. No le pegues fuerte. Si tiene mucha vida le digo pégale por que todavía tengo dos puyazos más, porque son tres varas. Si yo veo que le ha pegado muy fuerte en la primera vara, en las otras dos le digo suave, suave, quieto. Eso lo vas midiendo tú. Eso lo debes saber tú y sacarlo del caballo.

 

En mi época era rara la vez que un banderillero ponía al toro en suerte al caballo, y raro era que no lo sacara del caballo el matador de turno. Ordoñez, le pegaba un puyazo al toro y él lo sacaba, y como era su toro, le hacia los quites y lo volvía a poner en el caballo. En otras ocasiones Ordoñez colocaba al toro, un toro demasiado bueno, el picador le pegaba un puyazo, entonces yo miraba a Ordoñez, y me decía sácalo. Y entonces yo lo sacaba le hacía unos quites, y después lo metía otra vez al caballo. Hoy no. Hoy eso lo hacen los banderilleros. Antes, cuando el toro salía a la plaza el matador no salía a recibir a un toro si no era muy bravo, y no había llegado a los tres burladeros pegando cornadas. Si no, salía el banderillero y con una mano lo llevaba por un lado y luego con la otra mano lo llevaba por el otro lado. A las plazas de primera yo llevaba a un banderillero que se llamaba “EL Noli” de Alcalá, que solo me servía para que cuando el toro estuviera picado le pegara dos o tres capotazos por cada lado, con lo que me podía percatar en qué condiciones había quedado el toro después de salir del caballo.

 

 

 

Y el maestro Ostos Carmona cambia de tema:

 

En mi vida yo no he bebido, ni he fumado nunca. No sé lo que es una gota de alcohol. Mi boca no sabe lo que es el humo.  Y entre otras cosas, yo soy un cocinero excepcional. En Valencia en donde más se entiende de arroz, me gané un trofeo en un concurso de cocina en el que me enfrenté con treinta y seis profesionales de la culinaria. Todos se presentaron ante los jueces con el plato de su paella horizontal, y yo con mi plato, que era para veinte y cinco personas, que también lo traía horizontal, delante de todos lo puse perpendicular al piso. Y al tiempo todos gritaron, ¡se le cae! Y no se me cayó ni solo un grano de arroz. Como premio, por ocupar el primer lugar, me dieron una medalla grandísima.

 

Y mostrándome una de las tantas fotos que guarda en la me memoria de su celular, me comentó:

 

En esta foto estoy con el Rey de España Juan Carlos. Somos amigos desde cuando era Príncipe.

 

Este dibujo me lo pintó Picasso y me lo regaló con dedicatoria y todo: “Los toros son ángeles que llevan cuernos”. Por este dibujo me han ofrecido un millón de euros. Pero no lo vendo porque es de mis hijos.

Y mira esta, es para que lo cuentes, ya que tiene una historia grande y graciosa. En una corrida en la que le dediqué un toro a Picasso, Picasso me pidió que le pintara en una cuartilla de papel de hotel una cabeza de toro y que se la dedicara. Entonces, en ese papelito le pinté la cabeza del toro que me pidió, la que acompañé de la siguiente dedicatoria: “Afectuosamente Jaime Ostos”. A lo que Picasso me ripostó: ¿y porque no has puesto afectuosamente Jaime Ostos a Picasso? Entonces, Picasso cogió el dibujo y me lo firmó. Y a los dos o tres años de su muerte, mi mujer recibió una carta de un señor de Paris. La abrió y leyó lo que decía: “Estimado señor Jaime Ostos, le rogaría me de autenticidad al toro y a la firma de Picasso”. Entonces yo le contesté: “Todo en la vida tiene un por qué ¿Usted que me ofrece a mi para que diga que esto es real”? Algo tendré que recibir para decir que esto es mío. Y lo mandé al carajo. Pasado un tiempo siguió molestándome. Un día, hace como tres años, recibí otra carta suya que decía que ese dibujo lo había vendido en trescientos mil euros.

 

Y esta es una de mis pinturas, un paisaje. Y mira esta otra que hice de un caballo. Este cuadro se lo regalé a “El Malagueño”.

 

La conversación con el maestro Jaime Ostos se encontraba tan amena, que hubiéramos podido seguir platicando hasta agotarnos, si es que Ibeth y María Ángeles no le hubieran recordado al maestro que debía alistarse porque tenían programado, por el centro amurallado, un paseo en coche tirado por caballos. Miré el reloj, y este marcaba la siete y diez de la noche. Pero antes de marcharme, complacido por lo tanto que aprendí de esta larga conversación, le pedí al maestro Ostos que me dedicara la foto que había traído conmigo, la que, para mi gusto y apreciación, es la más representativa, ejecutando a ley la suerte de matar a los toros al volapié. Y que delicadeza y muestras de apreció hacia mí por parte del maestro Jaime Ostos, que al encontrar cierta dificultad para escribir la nota con el lapicero que tenía en la mano, y a falta espacio para que la dedicatoria se viera con claridad, repitió lo escrito en el respaldo de la fotografía. Mil gracias, maestro por esta deferencia para conmigo.

 

Y al despedirme del maestro de maestros de la suerte suprema, aunque quedaron pendientes muchas preguntas y particularidades que aclarar o ampliar en lo referente a esta suerte, por ejemplo, como entraba a matar al volapié y al encuentro, ya que la conversación la enfocó en la suerte de matar recibiendo, estas inquietudes y preguntas sobre las otras suertes las esperaba aclarar y ampliar a su regreso a Madrid. Así que solo era esperar unos días para ir resolviendo los pormenores pendientes. Pero el 8 de enero del corriente, el día 5 lo había entrevistado, muy temprano por la mañana, recibí una llamada de mi primo, el coronel y ganadero de toros de lidia, Marco Antonio de la Parra para darme la triste noticia, un mazazo como lo expresan los españoles, que el Maestro Jaime Ostos había fallecido de un infarto fulminante en la ciudad de Bogotá. Como me dolió esta noticia. El único consuelo que me quedó de este insuceso tan lamentable es que el maestro Ostos me concedió, lo que terminó siendo su última entrevista y dedicatoria a una fotografía suya, y que llegué, como se dice, justo a tiempo para que mi sueño tan largamente esperado, se me hiciera realidad.

 

Maestro Jaime Ostos Cardona, muy a pesar de las tantas preguntas que quedaron sin resolver, lo que usted me aportó en esta entrevista, no solo a mí sino a los amantes de la tauromaquia, y en especial a los que nos sintonizamos con la suerte suprema, vale su peso en oro, o como dicen los peruanos, “vale un potosí”. Y es que usted, por ser un dechado de valor, un fuera de serie en su oficio como matador de toros, no sobra decir que además del arte que desplegó en los ruedos, fue ese valor, un valor que pudiéramos catalogar de otro mundo, lo que le permitió, tras 25 cornadas recibidas, entre ellas la casi mortal de Tarazona de Aragón, poder seguir en la brega para el disfrute de esta afición que tanto lo quiso y que tanto lo admiró. Razón inequívoca por la cual se ganó el muy merecido apelativo de Jaime Ostos “Corazón de León”. Maestro descanse en paz, que la eternidad es suya.

 

TEXTO: Ricardo López Solano

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