El joven diestro toledano Álvaro Lorenzo, que cortó una oreja al único toro potable del encierro, y el malagueño Fortes, firme y serio toda la tarde, lograron lo más destacado ante los mansos ejemplares de Alcurrucen lidiados hoy en Valencia.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Alcurrucén, muy desiguales de volumen, trapío y hechuras y, en general, de juego manso y descastado, desde los rajados y aquerenciados a los que se defendieron con temperamento. Sólo el sexto, aunque sin mucho fondo, embistió con verdadera entrega y nobleza.
Juan Bautista, de verde hoja y oro: estocada recibiendo (ovación); estocada trasera (silencio).
Fortes, de azul marino y plata: pinchazo y estocada delantera (ovación); estocada tendida trasera y estocada tendida (silencio tras aviso).
Álvaro Lorenzo, de azul rey y oro: estocada desprendida y dos descabellos (silencio); estocada delantera tendida y estocada (oreja).
Segundo festejo de abono de la feria de Fallas, con algo menos de un tercio de entrada en los tendidos.
OREJA EN EL DESCUENTO
Hasta que salió el sexto, la tarde era una pasarela de mansos. Uno tras otro, cada cual con muy distintas hechuras y seriedad, iban saliendo los de Alcurrucén para dejar ver, en distintas versiones, su condición de animales descastados.
Los hubo rajados desde la salida que acabaron yéndose sin recato a la puerta de chiqueros, también los que se pararon o toparon sin clase alguna los engaños, e incluso los que sacaron un reservado temperamento que sacaban para defenderse cuando se les solicitaba el esfuerzo de embestir.
Y así hasta cinco, para que, ya casi en el “tiempo de descuento”, ese sexto pusiera de una vez el punto mínimo de entrega y nobleza en el ataque que permite ver el toreo más lucido y armónico y que, en este caso, llevó la firma de Álvaro Lorenzo.
El joven toledano ya le cuajó un buen saludo a la verónica, ganándole terreno hasta los medios y llevándole bien embarcado en las bambas del capote, antes de que el astado, también como excepción a la norma de la corrida, se arrancara con alegría al picador y empujara con celo en el peto.
Lorenzo le planteó la faena siempre en los medios de la plaza, donde le llevó templado en muletazos de largo trazo que el toro tomó con buen ritmo, casi al paso, y hasta el final de los viajes.
La única mácula para que hubiera sido completo es que, por momentos y más en un terreno tan abierto, al animal le faltó un fondo mayor para repetir tan buenas embestidas.
Con todo, por limpieza, facilidad y temple, propició la faena más completa y lucida de la tarde, y por eso, y pese a una estocada defectuosa antes de la definitiva, el público pidió para ella el único premio concedido por la presidencia.
Antes de ese final feliz, el mismo Lorenzo había evidenciado su falta de mayores recursos lidiadores ante el rajado y violento tercero, que se hizo fuerte en la querencia de tablas, mientras que el francés Juan Bautista se desenvolvió con oficio pero sin gran compromiso ante un lote desclasado con el que lució únicamente en una estocada en la suerte de recibir.
Pero lo de más interés y mérito de esos cinco primeros capítulos llegó de la mano y de la seria firmeza del malagueño Fortes, que fue capaz de templar, asentarse y pasarse siempre muy cerca y con mucha verdad los arreones de manso de los dos de su lote.
Al segundo de la tarde le aguantó con absoluta serenidad las primeras embestidas desordenadas, para acabar haciéndose con él y llegar incluso a enroscárselo varias veces a la cintura, en una labor que hubiese tenido premio de no haber pinchado al primer intento.
El quinto fue otro toro descastado y aparentemente afligido cuando Fortes se le imponía, aunque se guardaba un traicionero genio que sacaba cuando el torero más se confiaba.
Aun así, el valiente diestro de Málaga estuvo tan firme con él como con el anterior, pero sin que el público, a tarde ya vencida, le valorara siquiera los escalofriantes estatuarios con que cerró su labor.