Fundamentos del Toreo de Manolete

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El próximo 4 de Julio se cumplirán 100 años del nacimiento de Manuel Rodríguez «Manolete», probablemente el torero, que junto con Juan Belmonte, más haya influido en la evolución de la Tauromaquia. Tan es así que se le considera como el padre de la tauromaquia actual, de la modernidad. Si hoy se torea como se torea es porque existieron Belmonte y Manolete, no obstante admitimos, al menos nosotros, que cada torero aporta su pequeño grano de arena, lo que pasa es que los de Belmonte y Manolete fueron muy grandes.
Por ello nos ha parecido oportuno hacer algunas reflexiones sobre los fundamentos del toreo de Manolete, del Monstruo (como le bautizara el gran cronista taurino K-Hito), el IV Califa del Toreo cordobés.
Pensamos que el toreo de Manolete se basó en tres pilares fundamentales, hasta entonces desconocidos, o más exactamente no conocidos en esa dimensión, profundidad y perfección, cuales son: Quietud, Mando y Ligazón.
Quietud.- Desde el principio del Toreo a pie, ya se decía que había que dejar los pies quietos y torear con los brazos, pero en la práctica no se hacía. Pedro Romero enseñaba a sus alumnos de la Escuela Taurina de Sevilla que , «Los pies hay que tenerlos quietos y torear con las manos», pero ni él mismo lo hacía. Se dice que poco antes de morir soñó como un chavalillo de Triana le pegaba cinco verónicas a un toro, sin mover los pies. Realmente él no lo hacía, pero intuyó lo que sería el Toreo posteriormente. Luego Belmonte acortó las distancias y se paró de verdad (algunos dicen que debido a sus deficiencias en las piernas, pero yo creo que fue porque era su concepción del Toreo), y empezó a torear con los brazos, introduciendo el Temple, necesario para mandar en la embestida.
Pero el que llevó la quietud , el dejar los pies clavados en la arena, a su máxima expresión, fue Manolete, y ello impresionaba a los públicos porque no lo habían visto nunca antes.
Contaba Manolete, que siendo muy niño, sus amigos mayores, que querían ser toreros y jugaban al toro en el Campo de la Merced de Córdoba, le enseñaron que los pies había que dejarlos quietos, inmóviles, y solo mover la muleta, porque los toros y las vacas embestían solo a lo que se movía. Y que un día en una ganadería vio como había un trapo tendido sobre una balaustrada, que se movía con el viento, y que una vaca que estaba allí acometía al trapo al moverse pero no a los palos que hacían de postes.
De tal manera esto caló en su mente que la primera vez que se puso delante de una becerra, en la finca El Lobatón, cerca de Córdoba, su gran preocupación era si sería capaz de mantener los pies quietos y solo mover el brazo y la muleta. Logró quedarse quieto y pegarle muletazos, lo que le produjo gran satisfacción. A partir de ese momento tal concepto siempre lo llevo gravado en su mente.
Mando.-Pero para quedarse tan quieto tenía que mandar mucho con capote y muleta, de lo contrario acabaría echándose el toro encima. Por eso, él decía que su preocupación era que el toro fuera donde él le mandara para luego, en el siguiente muletazo, recogerlo allí, donde él había decidido era el lugar correcto.
Ligazón.-Ese mando le permitía quedarse en el sitio, solo girando la pierna para dar el siguiente muletazo, y así cuantos más se pudiera , como solía decir. Ello desbordaba la emoción en los tendidos, porque nunca antes habían visto tanta quietud, tanto mando, tanta ligazón y tan cerca del toro, pues hemos de señalar que todo lo hacía más cerca que ninguno, en unos terrenos no pisados hasta entonces.
Por tanto los pilares fundamentales del toreo de Manolete, el toreo que dio paso a la modernidad, son primero Quietud, después Mando y como consecuencia Ligazón. Así nacieron en su mente, pero la realidad es que pudo quedarse tan quieto porque fue capaz de Mandar, y ambas cosas le permitieron Ligar. Si no hubiese mandado en la embestida, él se hubiese quedado quieto pero el toro lo hubiera movido, lo hubiera cogido.
Esos pilares fundamentales, esos conceptos de Manolete, siguen tenido plena vigencia y creo que seguirán teniéndola por los siglos.
Rafael Comino Delgado

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