Enrique Ponce pone Almería patas arriba y Ginés Marín la encandila

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El diestro Enrique Ponce protagonizó hoy en Almería una colosal actuación, rubricada con el corte de cuatro orejas, en un festejo, segundo de la feria de la Virgen del Mar, en el que Ginés Marín cortó dos orejas y David Fandila «El Fandi» se marchó de vacío tras una mala tarde con los aceros.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco toros de Juan Pedro Domecq, el tercero con el hierro de Parladé, desigualmente presentados, noblotes y de comportamiento también variado. Destacó el gran primero; también se dejó mucho el cuarto; noble y blando, el segundo; con poquito fondo, el tercero; y sin raza y a menos, el sexto- El quinto fue un sobrero de El Torreón, mansurrón.

Enrique Ponce, de añil y oro: media (dos orejas); y estocada (aviso y dos orejas con petición de rabo).

David Fandila «El Fandi», de azul noche y oro: dos pinchazos y bajonazo (ovación); y pinchazo, estocada desprendida y descabello (ovación).

Ginés Marín, de celeste y oro: estocada (oreja); y casi entera (oreja).

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo del torero Iván Fandiño.

La plaza registró tres cuartos de entrada en los tendidos.

CUANDO LOS AÑOS REJUVENECEN

Enrique Ponce demostró hoy en Almería que sigue en estado de gracia. Después de lo de Málaga y Ciudad Real, donde recientemente indultó a sendos astados de Juan Pedro Domecq y Daniel Ruiz, el valenciano firmó en el coso de la Avenida de Vilches otra de sus actuaciones antológicas, de las que perdurarán en la retina del aficionado almeriense.

Suavidad, armonía, temple y elegancia fueron las bases de esta faena al primero de corrida, un excepcional «juampedro», bravo, con clase y mucho motor.

Ponce, que se lució ya con el capote, llevó a cabo una labor muy completa y rotunda de principio a fin. Toreo pausado, plástico, abandonado por momentos, y muy bien hilvanado por los dos pitones. Todo con mucho ritmo y a más. La plaza vibró y disfrutó de lo lindo con el magisterio del de Chiva, que cortó dos orejas tras una media estocada de lo más efectiva.

Y cuando parecía que no se podía estar mejor, Ponce demostró en el cuarto que sí se puede. Fue éste otro toro bueno y manejable de Juan Pedro, y Ponce, que nuevamente dejó su sello con el capote, volvió a demostrar porqué es todo un número uno.

Toreo casi de salón, de mucho gusto y sentimiento el que exhibió durante todo su quehacer. Cumbre. Los tendidos, un manicomio. Qué manera tan bella de interpretar el toreo. Y de emocionar. Un final a base de «poncinas» puso todavía más ambiente de frenesí. Entró la espada a la primera, y dos orejas más para él, con petición de rabo.

Al concluir la vuelta al ruedo, Ponce pidió permiso a la autoridad para abandonar la plaza y emprender viaje a Bilbao, donde está anunciado mañana. Este hecho hizo que no pudiera salir a hombros al finalizar la tarde.

El que sí abrió la Puerta Grande fue Ginés Marín, que cortó una oreja de cada uno de sus noblotes oponentes. A su primero lo toreó con gusto a lo largo de una faena que no acabó de despegar lo suficiente, pero que tuvo oportuna rúbrica con la espada.

Y ante el sexto, que se apagó demasiado en el último tercio, tuvo que hacer el esfuerzo Marín para arrancar otra oreja que le granjeaba la salida a hombros.

El Fandi saludó dos ovaciones tras fallar a espadas con los dos de su lote. Cierto que no sorteó los dos toros de más opciones del envío, pues el segundo evidenció pocas fuerzas, mientras que el quinto, un sobrero de El Torreón, manseó más de la cuenta.

Con los dos anduvo bullidor el granadino, que a buen seguro hubiera tocado pelo de haber manejado los aceros con tanto desacierto.

Agencia EFE

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