
Sirvan esta breve entrevista para homenajear y dar a conocer a una de las piezas fundamentales en todo festejo taurino como es el del médico taurino y concretamente al Doctor D. Enrique Crespo Rubio.
Desde que empieza en el mes de Febrero con el «Carnaval del Toro» en Ciudad Rodrigo hasta Octubre Guadarrama, D. Enrique Crespo, con casi 40 años a sus espaldas, salvando, curando y siempre siendo garantía de vida para todo aquel que se pone delante de un animal tan majestuoso y mágico como es el toro bravo.
No quisiera olvidarme de esos otros “ángeles de la guarda” que acompañan numerosas tardes como Dr. Miguel Ángel Betes “Michel”, Dr. Jean Michel Gouffrant (Plaza de Toros Bayona), Dr. Rodrigo Rojas Vergara (Plaza de Toros Sta. María de Bogotá), y otra larga lista de profesionales desde ambulancias, enfermeras, anestesistas, DUE’s, que acompañan a esa pequeña gran familia “Equipo Crespo”.
De igual forma, sería injusto y no podemos olvidar a todos esos profesionales de la medicina que pisan las plazas de España, ya sea de mayor o menor categoría, donde no existe plaza humilde o modesta, haciendo cientos de kilómetros, pasando jornadas interminables fuera de casa y donde la verdad más autentica es que la muerte pasea cada tarde por el ruedo, y donde ellos siempre estarán siempre “al quite” para que ésta no llegue a su destino.
¿Doctor, dónde empieza todo? ¿Cuántos años lleva como médico taurino?
Creo que en Zamora, nuestra tierra, hace mucho, mucho tiempo. Yo tuve la suerte de nacer en una familia de cirujanos, muchos de los cuales, también fueron cirujanos taurinos. Mi bisabuelo, Antonio Crespo Carro fue el primer cirujano de la Plaza de Toros de Zamora, al que sucedió su hijo Dacio Crespo Álvarez, tío-abuelo mío, durante 40 años al frente de esa Enfermería; y finalmente mi padre Antonio Crespo-Neches, uno de los 4 ó 5 cirujanos de plazas de toros de mayor trascendencia en la historia de la cirugía taurina.
Yo empecé, siendo estudiante de Medicina, acompañando a mi padre y a su equipo por las plazas de toros de los pueblos en Madrid, en Toledo… Mis inicios fueron en el año 1.981. En aquellas plazas de pueblos del Valle del Tiétar me adiestré como cirujano de plazas de toros. También, desde el año 1.985, me sirvieron enormemente las experiencias en la Enfermería del Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo, una autentica escuela de medicina y cirugía taurina, por la cantidad de heridas y percances que se originan.
Cuando se produce una cornada, es un momento angustioso para todos. Desde cuadrillas, torero, personas que acompañan al herido ¿Cómo es ese momento en el que recibe al torero dentro de la enfermería? ¿Qué protocolo suele utilizar?
En los festejos con profesionales del toreo (corridas, novilladas..) los médicos presenciamos la cogida y, muchas veces, ya nos vamos haciendo una idea del alcance de la herida cuando marchamos a la Enfermería, aunque no siempre desde luego, pues las cornadas son, posiblemente, las heridas traumáticas mas engañosas y traicioneras. A mí me provoca más angustia la cogida de un mozo en los festejos populares pues habitualmente no la presenciamos y cuando nos avisan que hay una cogida grave, por ejemplo, en el recorrido del encierro, la espera se hace interminable y la incertidumbre es muy grande pues no sabemos ni imaginamos las lesiones que puede tener.
Yo siempre he dicho, porque así lo viví con mi padre, que lo más importante cuando llega el herido a nuestra Enfermería, es mantener la calma, la tranquilidad; conservar, siempre, la serenidad y el orden en nuestro trabajo, en todos los miembros del Equipo Médico, es fundamental para devolver la salud a quién el toro se la quita, nuestro objetivo prioritario. Y para ello hay que transmitir al herido y a su gente un dominio de la “situación”, una firmeza en nuestro quehacer y un sosiego en nuestras decisiones.
…en la Enfermería todos hacemos de todo y no hay jerarquías ni rangos ni especialidades, aunque cada cual debe conocer cómo gestionar su cometido.
Eso es, precisamente, el mayor logro que tiene que alcanzar un cirujano taurino, pues las técnicas operatorias de las cornadas son sencillas de dominar, y al hablar de “cirujano” y de “técnicas” no me refiero solo a la cirugía propiamente dicha, sino al resto de los cometidos (estabilización, anestesia, reanimación) que tienen los diferentes miembros del equipo: anestesistas, intensivistas, DUE´s…
Los protocolos son muy básicos y están plenamente asumidos por todos: desnudar completamente al herido, exploración de la herida, iniciar medidas como toma de constantes, administración de sueroterapia y medicación (sedación, analgesia, antibioterapia…); posteriormente decidir el tipo de anestesia, la consiguiente cirugía y una vez finalizada esta, reanimar al torero y estabilizarlo para un traslado al centro hospitalario en las mejores condiciones.
Pero estos pasos se deben ejecutar siempre con armonía, ecuanimidad y coordinación entre todos los miembros del equipo y con una filosofía básica: en la Enfermería todos hacemos de todo y no hay jerarquías ni rangos ni especialidades, aunque cada cual debe conocer cómo gestionar su cometido.

La muerte de Víctor Barrio conmovió a todo el mundo taurino. Como aficionado taurino, ¿cree que ha cambiado la mentalidad al aficionado taurino respecto a esa percepción del peligro?
La muerte de cualquier persona de una forma tan trágica, como es a consecuencia de una cogida por un toro, siempre perturba y estremece a todo ser humano que se precie de serlo. Y más cuando se trata de un chaval, de un joven, con toda una vida por delante. Me conmovió el fallecimiento de Víctor Barrio en Teruel, como no, y aquel estremecimiento me llegó al alma hasta el punto de convertirse en un emotivo lamento. Pero Barrio, dentro de su tragedia, tuvo “la suerte” de no sufrir, creo yo, pues la cornada provocaría su muerte de manera casi instantánea. A mí, aunque desde la lejanía, me impresionó más la muerte del novillero peruano Renatto Motta quien soportó una agonía, casi un calvario, hasta su fallecimiento. Muerte que no debió permitirse pues sus heridas no eran mortales de necesidad como la de Víctor Barrio.
Posiblemente muchos aficionados “de grada” y la mayor parte del público que acude a las plazas de toros hayan olvidado el peligro que representa ponerse enfrente ó frente a un animal tan agresivo y fiero, quizá el único bovino que ataca en lugar de huir, como es el toro bravo.
El aficionado taurino claro que resultó sacudido interiormente al conocerse la muerte de Víctor en una plaza de toros; y por supuesto muy alterado y crispado emocionalmente por todo cuanto sucedió posteriormente. No obstante, y quizá por esto último, hay que resaltar la unión de todo el “mundo taurino” en su afectivo y emotivo entierro.
Por otra parte soy de la opinión que todos los profesionales del toro y de muchos aficionados a los festejos populares son conscientes de que los toros matan. Posiblemente muchos aficionados “de grada” y la mayor parte del público que acude a las plazas de toros hayan olvidado el peligro que representa ponerse enfrente ó frente a un animal tan agresivo y fiero, quizá el único bovino que ataca en lugar de huir, como es el toro bravo. Los médicos de plazas de toros también somos conscientes de la amenaza que tienen las reses bravas. Y quiero recordar que todos los años, en los festejos populares que se celebran por España, tenemos que lamentar no menos de 10 fallecimientos a causa de los toros y cantidad de secuelas físicas, dolencias crónicas e invalideces permanentes.
Por ello quienes deberían sensibilizarse, de verdad y de una vez, son los organismos oficiales y autonómicos en cuya responsabilidad recae, primero, hacer cumplir la reglamentación estatal sanitaria de los festejos taurinos profesionales y segundo actualizar, modificándolos, muchos de los reglamentos autonómicos de festejos populares, que, en materia medico-sanitaria, están absolutamente desfasados y muy alejados de la realidad asistencial que dichos festejos demandan.

¿Debería de legislarse el trato que se da en los medios de comunicación cuando sucede una tragedia taurina?
La primera función de un periodista, de cualquier periodista y desde cualquier medio de información, es precisamente informar de una forma ecuánime y honesta. Y eso no puede legislarse porque, suponemos, que ya forma parte del código ético de cada reportero y del “método de estilo” del entorno informativo en cuestión. En la actualidad los periodistas y los medios de comunicación han olvidado, en muchos casos y en casi todos los ámbitos informativos, su primer deber que no es otro que la información aséptica de un hecho; y esta pérdida de los valores fundamentales de los comunicadores viene mediada por intereses ajenos de todo tipo.
Es cierto que en los canales y redes sociales se han vertido, y se seguirá haciendo, opiniones subjetivas y en muchos casos malintencionadas e hirientes que no tienen nada que ver con la información íntegra. Frente a esto, en el momento actual, no es posible, me parece, reglamentar nada pero si se debe sancionar y aplicar las leyes cuando dichas opiniones y comentarios atenten contra personas.
¿Qué opinión le merece ese movimiento antitaurino que valora más la muerte de un animal que la de un ser humano?
Yo como persona integrada en nuestra fiesta nacional y aficionado a ese rito ancestral que son las corridas de toros, puedo entender a un antitaurino; si, puedo entender que, en cierto modo, les produzca rechazo ver sangrar a un animal en un espectáculo…. Yo si puedo llegar a comprenderles. Ellos nunca van a dudar de su posicionamiento radical y arbitrario, su intolerancia no se lo permite.
Personalmente jamás pondría en el mismo plano a un animal y a una persona. Yo no sé si un toro piensa y razona, no sé si un animal acusa daño moral, no sé si un toro sufre cuando se le provoca o sangra, de verdad que no lo sé, hasta es posible que suceda. Lo que si soy consciente es que las personas pensamos, razonamos, sufrimos espiritual y orgánicamente… Y que cuando llega la hora de la muerte, además o sobre todo, muchos nos encomendamos a nuestras divinidades, en el caso de los cristianos a Dios Nuestro Señor. Por eso somos personas, tenemos alma, conciencia, y eso, quiérase o no, nos diferencia de los animales.
Personalmente jamás pondría en el mismo plano a un animal y a una persona.
Pero dicho queda: podría llegar a entender a esos antitaurinos honrados que tan solo piden evitar, según ellos, el sufrimiento a un animal.

¿Como médico taurino, después de ver cornadas tan grandes y terribles ¿se acaba uno acostumbrando?
Los cirujanos, en cualquier ámbito de la medicina, con los años nos “acostumbramos” a la sangre aunque no todos los médicos lo logran. Hay una vieja frase que dice si no fuera por la sangre, todos los médicos serían cirujanos…
Siempre habrá una cornada, un herido, que te recuerde lo difícil que puede resultar la práctica de la cirugía taurina con honestidad y deontología.
Nosotros, los médicos taurinos, como los toreros que paso a paso van asimilando su valor y su saber estar ante el toro, primero ante el becerro, luego ante el novillo y finalmente ante el cuatreño, nos adiestramos frente a las cornadas con la experiencia –sin duda la mejor escuela en cirugía taurina- y aprendemos a manejarnos en la misma enfermería –sin duda la mejor “universidad”- con solvencia; y sobre todo esa experiencia nos sirve para disponer en la plaza de toros de los elementos, humanos y materiales, suficientes que nos permitan resolver esas tremendas heridas a las que, de vez en cuando, tenemos que hacer frente.
Pero al igual que los grandes maestros siempre encontrarán un toro que les pondrá, a pesar de su experiencia, en dificultad máxima también hay heridas por asta de toro que nos van a exigir lo mejor de nosotros. Y a eso no nos acostumbraremos, ellos y nosotros, nunca. Siempre habrá una cornada, un herido, que te recuerde lo difícil que puede resultar la práctica de la cirugía taurina con honestidad y deontología.

Se nos viene a la mente el nombre de la persona más importante para usted: el doctor don Antonio Crespo-Neches …
Para cualquier hijo, sin duda, un padre representa lo más substancial en la vida, al menos en gran parte de su vida. Yo tengo que dar siempre gracias a mi padre por haberme inculcado su pasión por varias cosas, pero sobre todo por cuatro: el amor a Zamora nuestra ciudad, la devoción por su Semana Santa, la vocación por la medicina y el entusiasmo por la cirugía taurina.
Al comienzo de esta entrevista me atreví a proclamar que mi padre ha sido uno de los cirujanos taurinos más trascendentes en la historia de la cirugía taurina. Permítaseme recordar el por qué de esta afirmación.
Antonio Crespo-Neches dedicó más de media vida a la Cirugía Taurina. Aunque sus inicios acontecen en la Enfermería de la Plaza de Toros de Zamora junto a su tío Dacio Crespo y a sus primos, su obsesión y preocupación fue la asistencia médica a los festejos taurinos en las plazas más modestas. Desde finales de los años setenta se empeñó en que en esas plazas se debía –y se podía- ofrecer un servicio sanitario de garantía y a ello se entregó.
…su fijación fue disponer en esas plazas perdidas de los pueblos del material y aparataje suficiente como para resolver cornadas con lesiones hasta entonces casi mortales de necesidad.
Su condición de médico militar le había proporcionado la suficiente experiencia en los hospitales de campaña como para trasladarla, allá por los años sesenta, a las plazas de toros de los pueblos. En primer lugar organizó enfermerías transportables y diseñó quirófanos móviles –de hecho se le considera el creador de los quirófanos móviles para las plazas de toros– en los cuales podía solventar graves heridas por asta de toro: su fijación fue disponer en esas plazas perdidas de los pueblos del material y aparataje suficiente como para resolver cornadas con lesiones hasta entonces casi mortales de necesidad. Luego instó a determinados ayuntamientos y a muchos empresarios a disponer, y a pagar, un equipo quirúrgico completo que él mismo adiestró, técnica y doctrinariamente. Así durante muchos años.
El tesón y el entusiasmo con que el Dr. Crespo-Neches se prodigó en las plazas de toros tuvieron su recompensa. No fueron estipendios económicos, nunca los buscó, más bien todo lo contrario. No quiso alcanzar prestigio profesional fuera de su trabajo clínico-hospitalario cotidiano. Ni ganarse la amistad de figuras del toreo para presumir en los callejones ó en las tertulias. Tampoco obtener el reconocimiento del resto de colegas, con algunos de los cuales tuvo conflictos afortunadamente superados en vida. Es más, si se me apura, la defensa de sus principios medico-taurinos le causaron no pocos problemas y enfrentamientos.
Mi padre, sin lugar a dudas, transformó, perfeccionando e innovando, la asistencia médica a los festejos taurinos, profesionales y populares, en las plazas rurales. Por eso, al menos para mí, ha pasado a la historia y por eso, para toreros, aficionados, periodistas, empresarios… se convirtió en una leyenda de la cirugía taurina.
Aquella recompensa la obtenía cada vez que tenía que operar en las enfermerías de aquellos pueblos. La satisfacción de observar cómo se curaban mozos y toreros desgarrados por el cuerno del toro en unos ambientes sanitarios que hasta entonces eran sinónimo de tragedia. Pero aquello no fue fácil. Lo sé con seguridad porque lo viví a su lado.
Y lo saben muchos de los que le acompañaron que no pudieron ó no supieron ó no aguantaron superar la tensión que sus principios y métodos exigían en las enfermerías. Quienes lo hicimos, fueran cual fueran las motivaciones, y hemos llegado hasta aquí, estaremos en deuda con él eternamente, porque entre otras cosas, en las plazas de toros hemos encontrado las mayores compensaciones profesionales de nuestras vidas.
Mi padre, sin lugar a dudas, transformó, perfeccionando e innovando, la asistencia médica a los festejos taurinos, profesionales y populares, en las plazas rurales. Por eso, al menos para mí, ha pasado a la historia y por eso, para toreros, aficionados, periodistas, empresarios… se convirtió en una leyenda de la cirugía taurina.
Aquella recompensa la obtenía cada vez que tenía que operar en las enfermerías de aquellos pueblos. La satisfacción de observar cómo se curaban mozos y toreros desgarrados por el cuerno del toro en unos ambientes sanitarios que hasta entonces eran sinónimo de tragedia.
Pero para su hijo y para sus discípulos su legado más valioso fue transmitirnos su filosofía, su concepto, de la cirugía taurina: todas las plazas de toros, por modestas que sean, debían disponer de una Enfermería plenamente dotada tanto material como técnica y sanitariamente, y presentar un Equipo Médico íntegro, tanto capacitado profesionalmente como deontológicamente responsable y con el único propósito de curar a todos los heridos por asta de toro en la misma Enfermería.

Podemos destacar ese “Equipo Crespo” donde con casi 40 años de experiencia en numerosas plazas de toda España han sucedido todo tipo de anécdotas curiosas. Cuéntenos algunas de ellas.
Yo tengo un triste bagaje: a lo largo de 37 temporadas como cirujano de plazas de toros me he visto en la obligación de atender, de intervenir quirúrgicamente, 498 heridas por asta de toro. Ya he dicho anteriormente que las mayores satisfacciones como profesional de la medicina y de la cirugía me las ha reportado la asistencia a los heridos por asta de toro en las enfermerías de las plazas de toros.
…los recuerdos más amargos fueron aquellos en los que no pudimos hacer más, probablemente porque fuera imposible, por esas cinco personas que fallecieron a consecuencias de las heridas o lesiones causadas por el toro; o por aquellas otras a los que les quedaron secuelas de por vida.
Los recuerdos que se me vienen a la cabeza cuando pienso en nuestro recorrido durante tantos años en cirugía taurina, son precisamente eso, el Equipo Crespo, mis compañeros, los de antes y los de ahora. Ellos, y ellas, son el alma de este Equipo. Ellos y ellas, son los mejores y por eso mis anécdotas más gratas son las vivencias pasadas en su compañía aunque muchas de ellas resultaran sufridas.
Y sin duda, al contrario, los recuerdos más amargos fueron aquellos en los que no pudimos hacer más, probablemente porque fuera imposible, por esas cinco personas que fallecieron a consecuencias de las heridas o lesiones causadas por el toro; o por aquellas otras a los que les quedaron secuelas de por vida.
Esos terribles momentos vividos en la enfermería o en los días siguientes quedaran para siempre en nosotros, como trágica memoria de un recorrido por las plazas de toros, para recordarnos que el drama puede presentarse cualquier día, en cualquier lugar y en cualquier festejo taurino.

¿Tenemos el futuro asegurado en el mundo de la cirugía taurina?
Sin pecar de pesimista, que nunca lo he sido, creo que no. Pero esta afirmación no es una rendición. Los miembros de la Sociedad Española de Cirugía Taurina -y aquellos otros que aunque no esté integrados en ella pero dedican parte de su quehacer profesional a ejercer con honradez la cirugía taurina- estamos obligados a transmitir a los jóvenes, médicos y ATS/DUE´s, nuestra vocación y perpetuar la tradición de asistir facultativamente un festejo taurino. Por eso no debemos abandonar nuestro empeño en atraer a profesionales noveles a los burladeros de médicos.
Necesitamos la ayuda de organismos oficiales, de entidades privadas, de los propios toreros, para formar médicos que nos sustituyan el día de mañana. No será fácil pero debemos empeñarnos todos y así llevamos tiempo haciéndolo desde la Sociedad Española de Cirugía Taurina.
Creemos que también es muy importante celebrar Cursos, Simposios –como ya hiciera mi padre hace mucho tiempo- con el fin de dar a conocer los fundamentos teóricos de la asistencia a los heridos por asta de toro a quienes estén interesados en la cirugía taurina. Y luego, claro, llevarlos con nosotros a las plazas de toros para que asimilen esos conceptos de una forma práctica.
En cualquier caso solo nosotros, los facultativos que atendemos enfermerías, no podemos llevar a cabo nuestros objetivos. Necesitamos la ayuda de organismos oficiales, de entidades privadas, de los propios toreros, para formar médicos que nos sustituyan el día de mañana. No será fácil pero debemos empeñarnos todos y así llevamos tiempo haciéndolo desde la Sociedad Española de Cirugía Taurina.
De igual modo venimos combatiendo el creciente intrusismo que cada temporada encontramos en las plazas de toros; intrusismo que viene tildado por la ausencia de cualificación académica de muchos “compañeros” que acuden a las enfermerías o por la carencia de honestidad profesional de otros “colegas” de burladero o por la negligencia con la que llevan a cabo sus “intervenciones”. Y ello, muchas veces, tolerado por empresarios ayunos de cualquier moralidad y ávidos de ganancias a cualquier precio. Todo lo cual redunda en prejuicio principalmente de los propios toreros pero también en la reputación de cuantos nos dedicamos a la cirugía taurina con pulcritud.
Tenemos que encontrar soluciones para mantener viva la llama de la cirugía taurina entre los profesionales sanitarios para que la fiesta de los toros no deje de serlo –el Equipo Médico forma parte de ella- y que la tragedia no tome ventaja cada tarde –el intrusismo médico le abre el camino- en cualquier plaza pero sobre todo, precisamente, en las plazas modestas, en las plazas de los pueblos.