Guadalajara 2017

Curro Díaz, Perera y Cayetano prenden la feria de Guadalajara

Los diestros Curro Díaz, Miguel Ángel Perera y Cayetano Rivera han salido hoy a hombros al término del tercer festejo de la Feria de la Antigua de Guadalajara, después de cortar dos orejas cada uno.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de José Luis Marca, que sustituyeron a los inicialmente anunciados de Cayetano Muñoz, rechazados en el reconocimiento veterinario, aceptablemente presentados, bajos de raza y en límite también de las fuerzas. Los mejores, quinto y sexto.

Curro Díaz, de grana y oro: estocada (oreja); y media muy baja (oreja).

Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro: bajonazo (silencio); y estocada desprendida y tres golpes de descabello en uno (dos orejas tras aviso).

Cayetano Rivera, de azul pavo y azabache: estocada trasera y dos descabellos (oreja); y estocada (oreja).

En cuadrillas, Curro Javier y Guillermo Barbero saludaron tras banderillear al quinto; e Iván García y Alberto Zayas hicieron lo propio en el sexto.

La plaza registró tres cuartos largos de entrada en tarde agradable.

POR IVÁN

La primera, en la frente. Los toros de Cayetano Muñoz, inicialmente anunciados, habían sido rechazados en el reconocimiento veterinario por ¡falta de kilos!. Cómo serían.

Un sexteto de José Luis Marca los sustituyó. Un encierro, que, a pesar del triunfo de los tres toreros, tuvo los mismos defectos de las corridas anteriores, es decir, falta de casta y fuerzas, a excepción de quinto y sexto.

Con el primero de ellos emergió un gran Perera. El extremeño, que ya es un fijo en esta feria, mostró su versión más templada en una faena autoritaria, compacta y de ritmo creciente, con pasajes muy rotundos sobre ambas manos, mejor si cabe al natural, y muletazos largos, hondos y a cámara lenta.

Un final de cercanías acabó de encandilar a la gente, que eclosionó tras la estocada final. Tardó en doblar el animal, dando tiempo a que sonara un aviso y obligando al matador a utilizar el verduguillo. Dio igual. Cayeron las dos orejas.

Su primero, en cambio, fue un toro que, pese a colocar bien la cara, buscó insistentemente la huida a tablas en cuanto le dejaban «la ventana» abierta. El mérito de Perera fue no aburrirse y buscarle las vueltas, aunque en lo artístico no pudiera pasar de los detalles.

Curro Díaz llegaba a este cartel de rebote. Por triste y aciago azar. En este puesto estaba anunciado su amigo y compañero Iván Fandiño, fallecido hace ahora tres meses; y qué mejor manera de reemplazarle que con un torero, el de Linares, que, además, estuvo con él en aquella fatídica tarde en Aire Sur L’Adour (Francia).

Por eso hoy también hubo más homenajes al héroe caído de la vizcaína Orduña. A la lectura de un manifiesto a cargo del periodista José Miguel Arruego, le siguió un minuto de ovación tras el paseíllo y la suelta de cinco palomas blancas. La peñas vitorearon también su nombre hasta que la salida del primer toro puso otra vez las cosas en su sitio.

Un jabonero sucio que adoleció de pocas fuerzas en los primeros tercios, haciendo pasar un calvario a los de plata con «los palos», pero el temple y la buena técnica de Curro Díaz obraron el milagro de hacerlo embestir en la muleta y sacar el buen fondo que tenía dentro el animal.

Toreo encajado y de mucho gusto, corriendo la mano con suavidad y hondura por el derecho, por donde surgieron varias series de exquisita interpretación. Oficio y compromiso del linarense, todavía más inspirado gracias a los acordes del pasodoble de Fandiño, que le acompañaron durante toda la faena. Oreja de ley.

El cuarto manseó también tela de salida, un toro que le costaba un mundo perseguir los engaños, quedándose a la mitad del muleta. Pero pudo más nuevamente la entrega de Curro Díaz, que le acabó robando muletazos que fueron auténticas «delicatessen». El feo bajonazo final no fue óbice para la oreja que le granjeaba una salida a hombros por y para Iván.

Rodilla en tierra abrió Cayetano la faena al tercero, otro jabonero sucio muy en el límite de todo, protestón y sin emplearse. El menor de los Rivera Ordóñez le pegó muletazos sueltos dentro de una labor voluntariosa pero de escasa emoción.

No anduvo tampoco efectivo con los aceros, de ahí la inexplicable concesión de la oreja, premio, a todas luces, desproporcionado.

 él fue el primer y, a la postre, único trofeo de la función.

El sexto fue un morucho que se negó a embestir. Marín lo intentó pero no pudo sacar nada en claro de semejante mulo. 

Javier López, Agencia EFE

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Román pone argumento al deshecho ganadero de Albarreal en Guadalajara

Seis silencios ha sido hoy el paupérrimo balance del segundo festejo de feria en Guadalajara, donde Román ha hecho lo más destacado, aunque sin llegar al triunfo por su mala espada y, sobre todo, por el deshecho ganadero de Albarreal, imposible para hacer el toreo.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco toros de Albarreal, de muy desigual presentación, descastados, mortecinos, totalmente vacíos, de juego muy deslucido. Tercero y sexto, los menos malos. El quinto fue un sobrero de Monte la Ermita, en la línea de los titulares.

Sebastián Castella, de grana y oro: estocada desprendida y trasera (silencio tras fuerte petición de oreja); y estocada baja y muy tendida y dos descabellos (silencio tras aviso).

Alberto López Simón, de carmín y oro: estocada trasera y descabello (silencio tras aviso); y estocada tendida y atravesada, y dos descabellos (silencio).

Román, que sustituía a David Fandila «El Fandi», de nazareno y oro: pinchazo, casi entera atravesada que escupe y descabello (silencio tras aviso); y estocada desprendida y tres descabellos (silencio tras aviso).

La plaza registró casi tres cuartos de entrada en tarde fresca.

NI UNA SOMBRA DE LO QUE FUE

Que el nivel ganadero en Guadalajara lleva varias temporadas de capa caída ya no sorprende a nadie. Una feria que no es ni sombra de lo que fue, cuando se cuidaba al verdadero protagonista de la fiesta, el toro bravo, y se ofrecía al aficionado espectáculos dignos en todos los niveles.

Pero de un tiempo a esta parte todo se ha desmoronado como un castillo de naipes. Se opta por carteles con toreros conocidos, a los que se destina prácticamente todo el presupuesto, y abaratar costes con un ganado de saldo. Como lo de Albarreal, el verdadero culpable de una tarde que hubiera sido para el olvido de no ser por Román.

El valenciano, aunque afincado en la provincia de Guadalajara, debutaba en Las Cruces en sustitución del Fandi, supuestamente lesionado, aunque su dolencia es de las más atípicas que se recuerdan, porque un día está en un sitio, al siguiente se quita, al otro vuelve de repente, y así se supone que va a estar lo que queda de temporada. El juego del descarte según conveniencia.

Su primero fue un toro que, sin ser un dechado de cualidades, al menos se dejó más que sus hermanos. Román mostró el buen momento que atraviesa al cuajarlo sobre todo por el pitón derecho, por donde ligó varias series de buena compostura, que llegaron mucho a los tendidos.

Al natural también hubo algún «fogonazo» suelto, aunque por ese lado el animal fue menos franco. Cerró faena por manoletinas, tenía el triunfo en la mano, pero su mala espada se lo arrebató

El sexto, que derribó aparatosamente en el caballo, no tuvo tampoco mal aire lo poco que duró, y Román lo aprovechó en una faena templada y bien conjuntada a derechas, por donde extrajo muletazos de buen corte. Volvió a perder premio con los aceros.

Abrió corrida un toro de mortecinas e insulsas acometidas, un manso que no quiso pelea, pues a la mínima buscaba también la huida. Castella se alargó en un sinsentido. Faltó oponente, y, en consecuencia, fue imposible el lucimiento. Mató a la primera y le pidieron con fuerza la oreja, pero el «palco» no accedió.

¿Antirreglamentario no atender una petición unánime? Sí. ¿Coherencia con lo que realmente pasó en el ruedo? También. Lo ilógico fue que ni le aplaudieran tras el arrastre del astado, de ahí que tampoco tuviera mucho sentido la bronca final al usía.

El cuarto fue un sobrero de Monte la Ermita que tampoco se prestó. Castella volvió a eternizarse a lo largo de un trasteo insulso y de muy poco contenido artístico.

El primero de López Simón fue otro toro descastadísimo, sin vida, al que ya le costó arrancarse al caballo, agarrándose el piso de malas maneras. El madrileño, no obstante, anduvo muy tesonero, por encima de las condiciones de su birrioso oponente, al que extrajo muletazos sueltos de buen corte dentro de una faena de largo metraje y ayuna de emoción.

El quinto fue ya un insulto a la casta brava, un toro moribundo, de ganadería cárnica. López Simón volvió poner voluntad en su quehacer, pero sin lograr nada del otro mundo ante semejante muerto viviente.

Javier López, Agencia EFE

 

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