Enrique Ponce, con tres orejas, puso hoy el verdadero argumento a la triunfal tarde de toros de este sábado en Granada, con una gran actuación de tres orejas en un festejo en el que también Sebastián Castella resultó triunfador con dos trofeos, uno de cada toro de su lote.
Ponce se las vio en primer lugar con un toro muy noble, pero condicionado por su escasez de fortaleza y poca raza. El valenciano fue haciéndolo poco a poco, afianzándolo a base de suavidad y mucho tacto, para acabar haciéndolo mejor de lo que era y al que llegó a torear primorosamente sobre ambas manos, especialmente al natural. Oreja al esfuerzo realizado.
Lo mejor de la tarde llegó en el cuarto, otro toro nobilísimo al que Ponce cuajó una gran faena llena de entrega, técnica, estética, cadencia y sentimiento…Toreo al ralentí del valenciano, casi a cámara lenta, y midiendo a las mil maravillas a un astado con mucha clase pero al que había que empujar hacia adelante.
Los recursos fueron maravillosos, haciendo lo fundamental con mucho gusto y recreándose también en lo accesorio con circulares larguísimos y con sus consabidas «poncinas». Obra grande del valenciano, que, tras un pinchazo previo a la estocada final, cortó las dos orejas.
Curro Díaz se estrelló de bruces con su primero, un toro bronco y muy deslucido, que se defendía constantemente por su falta de casta. Lo mejor del torero de Linares fueron las ajustadas verónicas en el recibo y alguna pincelada suelta con la muleta en una faena de imposible lucimiento por esas aviesas intenciones del astado. Fue ovacionado tras atascarse a última hora con los aceros.
No tuvo tampoco suerte con el quinto, otro toro escaso de todo que no quiso nunca pelea. No facilitó nunca el lucimiento del matador, protestó por alto y fue imposible centrarlo en la faena. Pero Curro nunca se aburrió y, a base de insistir, acabó sacando lo poco que tenía el animal dentro para acabar cortando una oreja, premio que vino a reconocer la disposición mostrada.
El primero de Castella fue devuelto y, tras correr turno, en su lugar salió el reseñado como sexto, un toro que no tenía mal aire en los primeros compases de su lidia, pero que acabó rajándose a las primeras de cambio en la muleta, lo que obligó a su matador a acortar distancia y a buscar una pelea que el «juanpedro» no quería.
Pero a base de insistir y no tirar la toalla acabó Castella por someterlo en una faena entregada y salpicada de algún detalle de buen aire, que tuvo buena acogida por el respetable, que acabó reconociéndole el esfuerzo realizado con la concesión de una oreja.
Y algo parecido ocurrió en el sexto, un toro que ya se fue apagando en el capote de Castella, que volvió a estar por encima de las circunstancias, muy firme y hasta templado en algunos momentos, aunque sin poder dar continuidad a una faena de más torero que toro. Cortó una oreja más.
FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de Juan Pedro Domecq, el sexto como sobrero al devolverse el tercero -reseñado con el hierro de Parladé- y correrse turno. Corrida bien presentada en líneas generales de juego desigual.
Justo de fuerzas y bajo también de raza, el nobilísimo primero; bronco y muy deslucido, el segundo; el tercero se rajó pronto; muy noble fue el cuarto; con alfileres se sujetaba el quinto; y blando y desrazado, el sexto.
Enrique Ponce, de blanco y azabache: estocada honda (oreja); y pinchazo y estocada (dos oreja tras aviso).
Curro Díaz, de purísima y oro: metisaca, pinchazo, media delantera y atravesada, y dos descabellos (ovación); estocada tendida (oreja).
Sebastián Castella, de turquesa y oro: estocada honda, desprendida y trasera (oreja tras aviso); y estocada (oreja).
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas del COVID-19.
La plaza registró dos tercios del aforo permitido, en la que fue la primera corrida de la empresa Puerta Grande Granada, de José Antonio Cejudo «Güejareño», al frente de la Monumental de Frascuelo.