El diestro José Carlos Venegas cortó una oreja de un bravo y exigente toro de «Saltillo», en lo que fue el momento más importante y emocionante del primero desafío ganadero celebrado hoy en Las Ventas.
FICHA DEL FESTEJO.- Tres toros de Saltillo, manso y difícil el primero; bravo y humillador el tercero; y bueno también el quinto. Y otros tantos de Juan Luis Fraile, soso y sin empuje, el segundo; sin clase ni recorrido, el cuarto; e incierto y con peligro, el sexto.
Octavio Chacón, de ciruela y oro: pinchazo hondo tendido, estocada baja y descabello (silencio tras aviso); y metisaca y estocada caída (silencio).
Pérez Mota, de grana y oro: cinco pinchazos y estocada baja (silencio tras aviso); y cinco pinchazos y descabello (pitos).
José Carlos Venegas, de purísima y oro: estocada (oreja); y estocada muy trasera, tendida y atravesada, media atravesada y dos descabellos (silencio tras aviso).
En cuadrillas, Ángel Otero y Alfredo Jiménez saludaron tras banderillear al segundo, y Raúl Cervantes hizo lo propio en el quinto. Gustavo Martos y Juan Melgar destacaron picando al tercero y cuarto, respectivamente.
La plaza registró más de un cuarto de entrada en tarde espléndida.
UNA FIRME REIVINDICACIÓN
De un tiempo a esta parte los «desafíos ganaderos» se han instalado con fuerza como una fórmula alternativa a los concursos al uso de poder exhibir encastes de los considerados «toristas». Un duelo entre dos hierros, que, dicho sea de paso, son los que tienen predicamento entre la afición madrileña, a los que la empresa de Las Ventas les ha querido hacer este «regalo» en los albores del otoño.
Hoy se veían las caras los «gracilianos» de Juan Luis Fraile y los «saltillos» de Moreno de Silva, dos sangres venidas a menos por lo poco que las demandan los toreros de ahora, sobre todo las figuras, que no se han visto en una de éstas en toda su carrera. Ni se verán. El estatus de número uno viene acompañado de una comodidad que ya aburre y monopoliza un sistema demasiado adulterado.
El mismo que seguro tratará de cerrarles las puertas a un José Carlos Venegas que hoy «pegó un puñetazo en la mesa» al cortar una oreja de peso a un «saltillo» bravo y exigente, con el que, lejos de quedar en evidencia, demostró que está capacitado para este tipo de compromisos, y los que le echen.
Este ejemplar de Moreno Silva, tercero de corrida, tardeó en el caballo, aunque luego empujó con fijeza. El «run run» en el ambiente hacía presagiar lo que luego sucedió: El toro «rompió» a embestir con bravura y muy humillado. Emoción en estado puro, más todavía cuando emergió un Venegas muy firme y capaz para domeñar las exigentes acometidas por abajo.
Faena sincera y de mucho corazón del jienense, que entendió a las «mil maravillas» lo que había que hacer en cada momento para no verse desbordado por la codicia del «saltillo» y pasar la prueba con nota. Tanto fue así que, tras una certera estocada, cortó una oreja de ley, de las que deberían servirle,
El sexto fue una prenda. Un toro que midió una barbaridad, sin pasar en los engaños y volviéndose como una lagartija. Venegas tiró de arrestos, de actitud para, si bien no alcanzar la Puerta Grande, al menos, justificarse y corroborar su firme reivindicación.
El primero de corrida, de Saltillo, tomó dos varas, en corto, sin emplearse, y saliendo las dos veces suelto. Manso. La cara por las nubes en banderillas, donde aguardaba también al acecho las pasadas de los de plata. Un pájaro.
No perdonaba ni una en la muleta, sin emplearse aparentemente pero yéndose directamente al cuerpo al más mínimo error. Chacón, que brilló por la suavidad con la que manejó el percal, pasó un trago de aúpa. Bastante hizo el hombre.
Al cuarto, del otro hierro, le faltó clase y recorrido, un toro que se agarró al piso, de muy cortas embestidas y, algo aún peor, desarrollando durante la lidia. Chacón volvió a hacer el esfuerzo, pero sin obtener recompensa alguna.
Poca emoción en varas tuvo el segundo, primero de Pérez Mota. Un toro de Juan Luis Fraile que se dejó zurrar a metro y medio del peto. Dos soberbios pares de Ángel Otero pusieron la plaza en pie, aunque pronto volvería el silencio en los tendidos por el poco empuje que tuvo el «graciliano» en la muleta de un Pérez Mota voluntarioso sin más, y sin espada.
Javier López / Agencia EFE