Triunfo y gravísima cornada a Escribano en la cuarta de la feria de Alicante

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El diestro Manuel Escribano cortó dos orejas antes de resultar gravemente herido en el triángulo de Scarpa, hoy en Alicante , una tarde en la que Paco Ureña rayó a grandísimo nivel y logró una oreja de peso, mientras que el local Francisco José Palazón se dejó un toro vivo.

FICHA DEL FESTEJO

Toros de Adolfo Martín, muy bien presentados, serios y con cara, pero de desigual comportamiento. El blando primero lució un buen pitón izquierdo; encastado y exigente, el segundo; apagado y sin pasar, el tercero; con clase pero poquito fuelle, el cuarto; y difíciles, quinto y sexto.

Manuel Escribano, de frambuesa y oro: estocada trasera y atravesada (oreja tras aviso); y pinchazo saliendo herido, por lo que tuvo que rematar al animal Palazón de dos descabellos (aviso y oreja que recoge la cuadrilla).

Francisco José Palazón, de marfil y oro: media tendida, dos pinchazos, otro hondo, ocho descabellos y suena el tercer aviso (silencio tras tres avisos); y estocada (ovación).

Paco Ureña, de rosa y oro: estocada desprendida (oreja); y dos pinchazos y estocada (ovación).

La plaza registró más de tres cuartos de entrada en tarde veraniega.

UNA CARA Y DOS CRUCES

Después de la tempestad siempre llega la calma. O eso dicen. Tras el éxtasis de la víspera con José Tomás y Manzanares, la ciudad de Alicante todavía dormía la resaca de la borrachera de toreo excelso que se vivió.

Pero la tarde de hoy tampoco fue algo baladí, primeramente por el “tabacazo” que cobró Escribano, una gravísima cornada en el triángulo de Scarpa al entrar a matar al cuarto después de firmar una doble actuación de lo más loable.

Fue sin duda el pasaje dramático de la función (y de toda la feria), en la también Palazón tuvo que pasar el trago de dejarse un toro vivo. Menos mal que, en lo positivo, Paco Ureña hizo el toreo más puro y verdadero del festejo.

Escribano conectó pronto con la gente, especialmente en un variado y aseado tercio de banderillas. El toro, justo de fuerzas y de viaje cortito, le costaba pasar en la muleta. El mérito del sevillano fue aguantarle frenadas, consentirle y exponer para acabar robándole muletazos de buena factura sobre todo por el izquierdo, por donde mejor se desplazó el “adolfo”.

No fue faena redonda, pero sí encomiable y muy suficiente. Manoletinas mirando al tendido, estocada en el primer envite y oreja al canto.

Con tres largas de rodillas recibió Escribano al cuarto, que amagó con saltar antes de responder en la muleta con clase, temple y humillación en sus cortas y cada vez más apagadas acometidas. El de Gerena, que volvió a cautivar con los rehiletes, cuajó un trasteo en el que corrió muy bien la mano, con largura y cadencia.

Pero al entrar a matar el animal le cazó de lleno en la ingle. Tremenda cornada, la gravedad de la misma se hizo notar enseguida por la incapacidad del torero de ponerse de pie y por la hemorragia que empezó también a brotar. Logró otra oreja, que recogió la cuadrilla.

A Palazón se le notó lo poco que torea para poder aprovechar a su encastado y exigente primero, con el que mostró muchas ganas en una faena honrada pero a la que le faltó más confianza, sitio y, sobre todo, pulso para imponerse. Por si fuera poco, y para abundar en su infortunio, falló estrepitosamente con los aceros, tanto que le tocaron los tres avisos. Triste e inmerecido final.

El quinto fue una “prenda”, muy difícil de verdad y más para un torero tan poco placeado como Palazón, que hizo lo que pudo antes de doblarse con él y finiquitarlo, esta vez a la primera. Lo que son las cosas.

Paco Ureña tuvo el bonito detalle de brindarle su primera faena a Palazón, totalmente abatido por haberse dejado vivo el toro anterior.

La apuesta del lorquino fue total, muy firme, muy de verdad con un toro apagado y que pasaba del embroque. Aguante, quietud y mucha serenidad en la cara de su antagonista, al que robó muletazos de uno en uno muy templados y de inmaculado trazo. Muy bien de verdad Ureña. A diferencia que en Madrid, aquí sí entró la espada a la primera, lo que le granjeó una oreja de peso.

El sexto fue otra alhaja con el que Ureña estuvo valiente a carta cabal, jugándose el tipo en cada afrenta. Otra moneda al aire del murciano para cuajar una faena para aficionados, de mucha entrega, roto de verdad, de gloria o hule. La gente no se enteró.

Agencia EFE

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