El toro es colaborador con el torero

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La semana pasada asistí a una tertulia taurina (yo  solo era oyente) en la que se defendió, a veces con vehemencia, que “el toro es enemigo del torero”. Y me consta que hay muchos taurinos, algunos incluso relevantes, defensores de esta teoría, opinión que no tengo más remedio que respetar, puesto que por principio suelo respetar a todo el mundo, pero en absoluto puedo compartir, es  más , afirmo con rotundidad que “el toro no es enemigo del torero, es su colaborador”.

Las razones que tienen los partidarios de la primera opinión (el toro enemigo del torero) no las conozco,  o las conozco muy superficialmente de oírlas en boca de sus defensores. Las mías para opinar justamente lo contario, como es lógico, si que las conozco, las he meditado con detenimiento, estoy convencido de ellas y se las expondré.

Pero vayamos primero con los “enemiguistas”, si me permiten la palabra. Creen que el toro tiene que comportarse como un enemigo del torero, queriéndole  coger,  queriendo ponerle fuera de combate. Rechazan con energía eso de que el toro debe ser noble. “El toro noble es un  toro tonto”,  se dijo allí en varias ocasiones.

Yo pienso que eso no es así exactamente. El toro quiere coger, en la inmensa mayoría de los casos al engaño, capote o muleta, que le presenta el torero, pero no al torero, pues si así fuera se iría directamente a por él. El toro ve el engaño como algo que ha invadido su territorio y le ataca.

Mi opinión es que el toro, sin saberlo, colabora con el torero para que este pueda desarrollar su arte, realizar su faena, de forma lo mas artística posible. Si el toro es bravo, encastado, embiste con clase y  lo hace durante largo tiempo, el torero podrá hacer una  gran obra de arte, que provocará gran emoción en el público que se sienta en los tendidos, que ha pagado una entrada para ver la obra de arte y emocionarse. Este toro que acabamos de  describir solo es enemigo de los malos toreros, a los que pone en evidencia.

Si el toro es poco bravo, tiene poca casta, embiste sin  clase , sin calidad en su embestida, al torero le será imposible realizar una gran obra, pero sin  embargo podrá, aplicando su técnica, sus conocimientos, su valor, su entrega, realizar una faena con otras características, tratando de emocionar al público.

 En  definitiva, el toro  colabora con el torero, en más o en menos  grado, pero colabora de alguna manera. Un  toro que  desde el principio se parase, no embistiera en absoluto, sería un toro que no colaboraría , se comportaría como enemigo del torero ya que no le ayudaría a que pudiese  triunfar. Sería un enemigo por omisión, al no ayudarle. Un toro que desde el principio no embistiera al  capote o muleta y se fuera directamente al cuerpo del torero también sería un enemigo del torero, pero por acción,  porque buscaría pegarle una cornada, y por mucha técnica y valor que aportase el  torero le sería imposible realizar faena alguna.

Pero estas dos últimas situaciones (el toro no embiste ni una sola vez, se para, o se echa, o huye siendo imposible pegarle un solo pase, o solo embiste al cuerpo del torreo) no se da en la realidad, o se  da en poquísimas ocasiones.

 Si el toro no colabora mostrando sus cualidades de bravura, de casta de calidad en la embestida, el torero no podrá hacer una gran obra, por tanto el toro es un colaborador del torero, se mire como se mire, lo que pasa es que unas veces colabora más y otras menos, aunque él no sabe que está colaborando porque es un  animal irracional.

Creo que los “enemiguistas”, en el fondo, lo que quieren decir, aunque tal vez lo expresan mal, es que el toro tiene que transmitir poderío, riesgo, dificultad, que no sea bobalicón. A veces se dice que el torero tuvo que cuidar mucho al toro, porque se caía, y efectivamente eso es intolerable, pero no olvidemos que este tipo de toro sí que es  enemigo del torero, porque no le permite triunfa. Así lo veo yo.

Rafael Comino Delgado

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