Curro Díaz, Perera y Cayetano prenden la feria de Guadalajara

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Los diestros Curro Díaz, Miguel Ángel Perera y Cayetano Rivera han salido hoy a hombros al término del tercer festejo de la Feria de la Antigua de Guadalajara, después de cortar dos orejas cada uno.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de José Luis Marca, que sustituyeron a los inicialmente anunciados de Cayetano Muñoz, rechazados en el reconocimiento veterinario, aceptablemente presentados, bajos de raza y en límite también de las fuerzas. Los mejores, quinto y sexto.

Curro Díaz, de grana y oro: estocada (oreja); y media muy baja (oreja).

Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro: bajonazo (silencio); y estocada desprendida y tres golpes de descabello en uno (dos orejas tras aviso).

Cayetano Rivera, de azul pavo y azabache: estocada trasera y dos descabellos (oreja); y estocada (oreja).

En cuadrillas, Curro Javier y Guillermo Barbero saludaron tras banderillear al quinto; e Iván García y Alberto Zayas hicieron lo propio en el sexto.

La plaza registró tres cuartos largos de entrada en tarde agradable.

POR IVÁN

La primera, en la frente. Los toros de Cayetano Muñoz, inicialmente anunciados, habían sido rechazados en el reconocimiento veterinario por ¡falta de kilos!. Cómo serían.

Un sexteto de José Luis Marca los sustituyó. Un encierro, que, a pesar del triunfo de los tres toreros, tuvo los mismos defectos de las corridas anteriores, es decir, falta de casta y fuerzas, a excepción de quinto y sexto.

Con el primero de ellos emergió un gran Perera. El extremeño, que ya es un fijo en esta feria, mostró su versión más templada en una faena autoritaria, compacta y de ritmo creciente, con pasajes muy rotundos sobre ambas manos, mejor si cabe al natural, y muletazos largos, hondos y a cámara lenta.

Un final de cercanías acabó de encandilar a la gente, que eclosionó tras la estocada final. Tardó en doblar el animal, dando tiempo a que sonara un aviso y obligando al matador a utilizar el verduguillo. Dio igual. Cayeron las dos orejas.

Su primero, en cambio, fue un toro que, pese a colocar bien la cara, buscó insistentemente la huida a tablas en cuanto le dejaban “la ventana” abierta. El mérito de Perera fue no aburrirse y buscarle las vueltas, aunque en lo artístico no pudiera pasar de los detalles.

Curro Díaz llegaba a este cartel de rebote. Por triste y aciago azar. En este puesto estaba anunciado su amigo y compañero Iván Fandiño, fallecido hace ahora tres meses; y qué mejor manera de reemplazarle que con un torero, el de Linares, que, además, estuvo con él en aquella fatídica tarde en Aire Sur L’Adour (Francia).

Por eso hoy también hubo más homenajes al héroe caído de la vizcaína Orduña. A la lectura de un manifiesto a cargo del periodista José Miguel Arruego, le siguió un minuto de ovación tras el paseíllo y la suelta de cinco palomas blancas. La peñas vitorearon también su nombre hasta que la salida del primer toro puso otra vez las cosas en su sitio.

Un jabonero sucio que adoleció de pocas fuerzas en los primeros tercios, haciendo pasar un calvario a los de plata con “los palos”, pero el temple y la buena técnica de Curro Díaz obraron el milagro de hacerlo embestir en la muleta y sacar el buen fondo que tenía dentro el animal.

Toreo encajado y de mucho gusto, corriendo la mano con suavidad y hondura por el derecho, por donde surgieron varias series de exquisita interpretación. Oficio y compromiso del linarense, todavía más inspirado gracias a los acordes del pasodoble de Fandiño, que le acompañaron durante toda la faena. Oreja de ley.

El cuarto manseó también tela de salida, un toro que le costaba un mundo perseguir los engaños, quedándose a la mitad del muleta. Pero pudo más nuevamente la entrega de Curro Díaz, que le acabó robando muletazos que fueron auténticas “delicatessen”. El feo bajonazo final no fue óbice para la oreja que le granjeaba una salida a hombros por y para Iván.

Rodilla en tierra abrió Cayetano la faena al tercero, otro jabonero sucio muy en el límite de todo, protestón y sin emplearse. El menor de los Rivera Ordóñez le pegó muletazos sueltos dentro de una labor voluntariosa pero de escasa emoción.

No anduvo tampoco efectivo con los aceros, de ahí la inexplicable concesión de la oreja, premio, a todas luces, desproporcionado.

 él fue el primer y, a la postre, único trofeo de la función.

El sexto fue un morucho que se negó a embestir. Marín lo intentó pero no pudo sacar nada en claro de semejante mulo. 

Javier López, Agencia EFE

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